Tierra de nadie

Arrimadas salva a la patria

Marcando distancias con su antecesor en el campanario, que se creyó nacido para ser martillo y se sorprendió mucho cuando el electorado le crucificó en las urnas con los clavos que le cayeron del cielo, Inés Arrimadas recuperó ayer del desván la vieja bisagra de Ciudadanos, algo chirriante por falta de aceite, y votó a favor de la prórroga del estado de alarma que proponía el Gobierno. El bandazo de la dama de los liberales, que ha sido visto como una traición según se mira a la derecha, provocó que Girauta rompiera el carnet del partido con unas tijeras de cocina y que la exdiputada Carina Mejías también se diera de baja, lo que permitió conocer que hasta ese momento seguía de alta. Los inquietos por Toni Cantó pueden respirar tranquilos: está y lamentablemente se le espera.

Tan brusca ha debido de parecer la maniobra que Arrimadas se vio en la necesidad de justificarla. El suyo, según dijo, era un voto en conciencia y no significaba que se hubiera pasado al enemigo. Cuando la patria está en peligro, allí está doña Inés para salvarla. Lo intentó antes de la investidura de Sánchez, cuando se puso a llamar como una posesa a barones socialistas y a todos los contactos de su agenda para que impulsaran un tamayazo masivo e impidieran que la izquierda llegara al Gobierno. Y lo repite ahora por el interés general de los españoles que, en su opinión, necesitaban como el comer el estado de alarma.

Ciudadanos, según su presidenta, quiere ser útil, lo que sugiere que había dejado de serlo, aunque a la derecha su mamporrerismo en la última etapa le pareciera de lo más provechoso. El caso es que algo tenía que hacer la nueva presidenta, atrapada entre los hierros del siniestro total que les condujo a la insignificancia, y, tras mucho llorar sobre la leche derramada, ha empezado por dar parte al seguro. Se habla de un cambio estratégico cuando lo más realista sería atribuir el giro a una simple cuestión de supervivencia.

Sin apenas tiempo para enterrar el trifachito o para que Díaz Ayuso decretara el luto y guardara un minuto de silencio, que es su única especialidad, los más sagaces analistas políticos han interpretado el movimiento como el anticipo de nuevas alianzas en comunidades y ayuntamientos donde el PP gobierna gracias al báculo de Ciudadanos. Se habla especialmente de Madrid, donde la tensión entre el vicepresidente Aguado y la presidenta que reparte bocadillos de calamares en Ifema es mayor que la de las cuerdas de un tendedero. Y paralelamente, algunos empezaron a suspirar porque el nuevo escenario que intuyen convenza al PSOE de que su aliado natural está en el centro y no en el populismo bolivariano ni en el pérfido independentismo que te deja tirado a las primeras de cambio. El teorema de estos Pitágoras ignora que ya existe una incógnita despejada: Ciudadanos tiene 10 diputados, lo que está muy bien para que se reúnan en la fase 1 de la desescalada, pero sirven poco o nada para sostener a un Gobierno.

Lo que sí cabe esperar es un cierto distanciamiento de Ciudadanos de sus cavernarios aliados naturales, si no por convencimiento ideológico sí por aquello de que no se pueden esperar resultados distintos haciendo siempre lo mismo. El hecho es que el molinete de Arrimadas dejó a Pablo Casado en ridículo, pese a que, por lo general, no necesite ayuda para conseguirlo. Tras un sangrante relato de por qué era urgente oponerse a  la prolongación del estado de alarma, justificaba su abstención en las modificaciones que Ciudadanos y el PNV habían introducido en el decreto del Gobierno. En definitiva, que él y los 89 diputados de su grupo son inservibles, salvo para competir con Vox en ver quién la tiene más larga.

¿Que qué ha dicho Albert Rivera de todo esto? Nada por el momento. A estas horas, el padre de Ciudadanos, hoy abogado de éxito, está mudo en su cuenta de Twitter desde que el pasado día 3 de mayo felicitó a las madres del mundo, que son la vida y muchas más cosas que no le cabían en un tuit. Sería contraproducente que, ofuscado porque su sucesora le haya enmendado la plana, al increíble hombre cambiante le diera ahora por hacerse un Girauta. No obstante, cualquier cosa cabe esperar del señor de las veletas, incluso que haya buscado consuelo en el mercachifle de Paulo Coelho, su filósofo de cabecera: "Escoger un camino significa abandonar otros". Hay honduras que estremecen.

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