El ojo y la lupa

México: campo de batalla

México es un campo de batalla bajo el nuevo orden global y la geopolítica norteamericana. ¿La causa? Que, parafraseando a Porfirio Díaz, está demasiado cerca de Estados Unidos. Sergio González Rodríguez ilustra esta realidad atroz en Campo de guerra, esclarecedor ensayo con el que ha ganado el Premio Anagrama y que completa una trilogía que inició con Huesos en el desierto (sobre el feminicidio en Ciudad Juárez) y continuó con El hombre sin cabeza (sobre las decapitaciones y otros rituales de las bandas criminales). En esta ocasión, y en apenas 130 páginas, presenta una impresionante batería de datos en los que apoya un lúcido análisis, con conclusiones como estas sobre la tragedia cotidiana que sufre su país:

- Sociedad indefensa ante la violencia. Pese a las apariencias, en México no hay Estado de derecho o imperio de la ley. El país es hoy mucho más inseguro que en cualquier otro momento de su historia. La gente está indefensa ante las complicidades del poder político y económico con un crimen organizado que se alimenta del tráfico de drogas. El resultado se mide en cifras estremecedoras: entre 60.000 y 120.000 muertes violentas entre 2007 y 2012. Cinco de las 10 ciudades más peligrosas del mundo son mexicanas: Acapulco, Torreón, Chihuahua, Durango y Juárez, ésta última sólo superada por la hondureña San Pedro Sula.

- Dislocación territorial. Gran parte del país -regiones enteras, así como numerosas ciudades- está dominado por grupos criminales cuya actividad principal es el narcotráfico pero que gestionan también la delincuencia común y el resto de las industrias ilegales: secuestro, extorsión, tráfico de armas y personas, prostitución, explotación de mujeres y niños, etc. El mapa interior real de México no se corresponde con el oficial, hay una "cartografía movediza" que sigue una lógica criminal contra la que se estrellan unas fuerzas de seguridad socavadas por la incapacidad y la corrupción, y responsables de innumerables violaciones de los derechos humanos. Los alegales o ilegales grupos armados de autodefensa ciudadana, cada vez más numerosos, que intentan cubrir el vacío que deja el Estado, no son casi nunca la solución, sino parte del problema.

- Los cárteles mexicanos se imponen a los colombianos. A partir de 2003, y a causa entre otros motivos de la práctica impunidad en México, son los cárteles de este país los que, tomando el relevo de los de Colombia, controlan el tránsito de droga desde los países productores (Colombia, Perú y Bolivia...), no sólo hacia Estados Unidos, sino también hacia Europa (en competencia con los venezolanos), con África Occidental como principal ruta de acceso. Las detenciones de algunos capos presentadas con mucha parafernalia mediática no son significativas. Ni por su número ni, sobre todo, por sus consecuencias: sus vacantes son cubiertas de inmediato y el negocio sigue como siempre.

- La responsabilidad de Estados Unidos. El consumo masivo de drogas en Estados Unidos y la venta indiscriminada de armas a los delincuentes alienta el narcotráfico y acentúa sus efectos nocivos en México. Además, la creciente militarización y paramilitarización del país reafirma los intereses geopolíticos del poderoso vecino del Norte. El objetivo obviamente no declarado sería aumentar la inestabilidad e imponer un Estado fuerte que actúe también como gendarme en Centroamérica y el Caribe. La ilegalidad es un gran negocio global y, de forma indirecta, EE UU la patrocina.

- Terrorismo, narcotráfico y asalto al Estado. EE UU insiste en el riesgo de una connivencia de Al Qaeda con grupos criminales mexicanos como los Zetas que cristalice en una amenaza terrorista contra su territorio. Eso supone una justificación adicional para operaciones encubiertas de la CIA y la DEA, posible porque, en la práctica, Estados Unidos no reconoce el principio de soberanía absoluta de los Estados, y en concreto del mexicano. También se aprecia desde Washington el peligro de que una insurgencia encabezada por los cárteles de la droga se haga incluso con el control directo o indirecto del Gobierno, lo que obligaría a una respuesta militar norteamericana, dada la demostrada ineficacia del ejército y la policía mexicanos.

- Drones en la frontera. Desde 2012, se sabe que Estados Unidos utiliza los aviones sin piloto para controlar su porosa frontera con México y combatir el narcotráfico y la inmigración ilegal. Es un paso más en la tendencia a que "las personas estén cada vez más sujetas a un régimen de control y vigilancia". A partir de ahí, González Rodríguez dedica el último capítulo de Campo de guerra (Transhumanismo planetario) a ilustrar cómo la defensa de los intereses de las élites militares, corporativas y financieras transnacionales precisa de un modelo de control y vigilancia en cinco espacios interconectados dentro de redes "ultracontemporáneas": privado, comunitario, público, de trabajo y personal.

- Gran Hermano global. Estados Unidos cuenta con mantener su dominio mundial gracias a su poderío militar, pero ahora tiene como componente esencial la tecnología, en especial la de la información. El caso Snowden ha destruido cualquier ilusión de que ese Gran Hermano del siglo XXI no se llegue a implantar. El futuro de la Humanidad no se dirimirá entre el bando de la guerra y el de la paz, sino entre dos formas distintas de hacer la guerra. La única forma de evitarlo sería "contener el énfasis belicista basado en la tecnología y el modelo de control y vigilancia de las personas". Algo que, más que una esperanza, parece una utopía.

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