Modos y Modas

Mobiliario inmobiliario

EL OJO DE LA MOSCA// JULIÁN HERNÁNDEZ

Esto del lenguaje tiene tantos recovecos que es difícil acostarse sin descubrir algo sorprendente cada día. Aún recuerdo aquel ayer, allá por la Baja Edad Media, en que me fue dado ver la luz con respecto a la palabra "inmueble": algo que no se puede transportar. La especulación inmobiliaria está viendo cómo su propio nombre traiciona sus propios intereses. Si mucho de lo construido "bajo la burbuja" se pudiera cambiar de sitio, algo de solución tendría el negro futuro que se le avecina a un país (La España) que llegó a tener en los últimos años una inmobiliaria por cada quinientos habitantes. Pensaron que con esa denominación de origen ("inmobiliaria") ni Arquímedes con su palanca o Superman con sus superpoderes les iba a mover del sitio. Ahora pagarían mucho dinero para poder ser vendedores ambulantes y poner un puesto en las ferias gallegas con pisos de precios desinflados para llevarse en la chepa como los caracoles. Los "bienes muebles" (los que se pueden transportar) son cosa de interioristas; los "bienes inmuebles" son cosa de exterioristas, o sea arquitectos. Sea esto dicho a la brava. Quizá hemos confiado tanto en tendencias en estos últimos años que nos hemos vuelto tendenciosos. Habrá que reivindicar al Doctor Doolittle cuando consiguió navegar por el mundo adelante con un bien tan "inmueble" como su isla. Bueno, eso y su capacidad para renegociar la hipoteca y hablar con la bestia inmobiliaria.

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