Según el mito de la Torre de Babel, recogido en el Génesis, al principio de los tiempos todas las personas que poblaban la tierra formaban un solo pueblo y hablaban el mismo idioma. En un momento dado, decidieron edificar una ciudad con una torre tan alta que llegase hasta el cielo. Yaveh los observó y pensó que si todos ellos formaban un solo pueblo y hablaban una misma lengua, nada les impediría llevar a cabo todo lo que se propusieran. Evidentemente, no podía permitirlo, y por ello descendió a la tierra y confundió la lengua de todos sus habitantes con el fin de que se dispersaran por la misma y no pudieran terminar su torre, evitando así que le disputaran su poder.
Estamos a principios de Octubre de 2015 en una ciudad de mediano tamaño en Alemania,y hace tiempo que fracasó la construcción de la torre de Babel. Son las siete de la tarde y el tranvía en el que viajo está abarrotado. De repente, en el vagón se elevan varias voces extrañas en aquel entorno pero familiares para mi oído. Están hablando en castellano. Son trabajadores de Mallorca, y han sido contratados para montar tabiques de placas de yeso laminadas en una nave industrial. En los años siguientes tuve varios encuentros parecidos. Se trata de una realidad incuestionable:durante los últimos años, el número de personas que trabajan fuera de su país ha aumentado de forma espectacular toda la Unión Europea.
Según el Informe sobre el Estado de la Unión publicado a finales del pasado año, más de 16 millones de europeos trabajan en otro estado comunitario (dos veces más que hace tan sólo 10 años), y más de 1,7 millones cruzan una frontera a diario para ir al trabajo. Hay también dos millones de trabajadores desplazados porsus empresas para trabajar en otro país, y haydos millones de transportistas que ejercen su empleo entre distintos países de forma habitual.
Evidentemente, no se trata de un fenómeno que haya afectado con igual intensidad a todos los estados miembros. Polonia es el campeón europeo en trabajadores desplazados, y España figura en el puesto número dos en cuanto a solicitudes en el Servicio Europeo de Empleo (EURES) (59.100), muy por encima de Portugal (18.472) y Grecia (13.173). Pero parece evidente que en este 1º de Mayo de 2018 hay una fuerza de trabajo crecientemente móvil en toda la UE. No es de extrañar: desde sus inicios, la Unión Europea ha apostado fuerte por el desarrollo de un mercado único, y ello lleva aparejado la creación de un mercado laboral único. En estos años estamos presenciando la aplicación de una idea que venía siendo expresada mucho tiempo atrás, en declaraciones e informes oficiales. Este libre movimiento de trabajadores ha sido apoyado, además, por importantes instituciones como el Foro Económico Mundial, que se reúne en Davos cada invierno y prevé los cambios en la economía y en el mercado de trabajo que afectarán (casi siempre de forma negativa) a nuestras vidas.
El movimiento internacional de trabajadores dentro de la UE ha sido positivo en algunos aspectos, pero negativo en otros. Así, ha hecho aumentar el PIB de los países de acogida, pero ha contraído el de los países de origen. Por otra parte, ha supuesto la oportunidad perfecta para favorecer la competencia desleal basada en los bajos salarios y la explotación de los trabajadores por parte de empresas y empleadores sin escrúpulos,especialmente a partir del 2010. Asimismo, el crecimiento del número de trabajadores migrantes está muy relacionado con el aumento de la precariedad y la temporalidad en toda Europa. Según Eurofound—la herramienta estadística de la Unión Europea—, no son pocos los países poseedores de una tasa de temporalidad superior al 20%, (o del 40% en el caso de los jóvenes). Por otra parte, según Eurostat, un tercio de los europeos trabajan en condiciones atípicas. Pero no se trata sólo de cifras.Quienes se ven obligados a trabajar fuera de su país tienen un deseo de progreso económico tan grande como su miedo al fracaso. Nadie se marcha fuera para ganar menos y nadie acepta retornar sin haber conseguido, al menos parcialmente, los objetivos que se planteaba al partir.
Los trabajadores migrantes son, además, enormemente vulnerables (no conocen ni las leyes, ni las costumbres, ni en muchos casos el idioma del país de acogida). En el caso de que tengan contratos temporales, son muy conscientes, además, de la provisionalidad de sus empleos. Piensan que van a ser unos meses difíciles y que luego todo terminará.Estas características los llevan a aceptar trabajos que difícilmente desempeñarían en sus países de origen. Y las empresas que les emplean lo saben.
De ahí las prácticas que mencionábamos en un artículo reciente sobre las deplorables condiciones de vida de los trabajadores españoles empleados por empresas del sector de la logística en el sur de Holanda, y que se pusieron de manifiesto también hace unos años en el caso de los trabajadores de Amazon en Alemania, en el de los trabajadores agrícolas del Sur de Francia, y en el de los empleados procedentes de Rumanía y Hungría contratados por Foxconn en Parbudice (República Checa).
Tales prácticas incluían la firma de un precontrato en origen y otro (bastante peor) en el país de acogida, el pago de servicios de transporte y alojamiento, que son descontados del sueldo; la vigilancia y la extorsión por parte de empresas de seguridad privada encargadas de controlar a los trabajadores.
La explotación de trabajadores migrantes temporales procedentes de otros países comunitarios se ha convertido en un negocio redondo para muchas empresas; sin embargo, no son las empresas beneficiarias quienes contratan a estos trabajadores, sino toda una pléyade de Empresas de Trabajo Temporal (ETTs) (más de 55.000 en toda la UE).Estas empresas reclutan a los trabajadores en sus países de origen, asegurando el empleo de mano de obra flexible, y una importante reducción de costes laborales para las empresas beneficiarias. Así, ETTs como Xawax, Trenkwalder o Covebotienen un papel fundamental en el entramado de explotación de trabajadores temporales migrantes desarrollado por Foxconn, Amazon o las empresas de logística del área de Tilburg, en Holanda.
Por supuesto, están haciéndose intentos para terminar con este tipo de situaciones, pero las acciones realizadas por parte de las instituciones europeas son aún muy tímidas, y contradicen el sentido de las diferentes reformas laborales llevadas a cabo en los diferentes países de la unión, por lo que su efectividad es cuestionable.
El pasado mes de Marzo, por ejemplo, se aprobó una reforma de la directiva europea relativa al desplazamiento de trabajadores, que permanecía intacta desde 1996. Dicha reforma garantiza el pago de un salario igual al del país de acogida, los pagos por parte del empleador del viaje y el alojamiento, y una duración máxima de los contratos en otros estados miembros de 12 meses, con una prórroga de 6.
El problema es que sólo atañe a los trabajadores desplazados, es decir, a aquellos cuya empresa traslada temporalmente a otro estado miembro. Como hemos señalado antes, esta no es la situación en la que se encuentran la mayoría de los trabajadores migrantes, a quienes, en muchos casos, les contrata una ETT en su país de origen que depende de otra ETT diferente en el de acogida, que a su vez trabaja para la empresa a la cual prestan sus servicios. También se está debatiendo sobre la posibilidad de crear una Agencia Europea del Trabajo (ELA por sus siglas en inglés). Dicha agencia tendría un jugoso presupuesto de 50 millones de euros, y entre sus misiones estarían las de mediar en conflictos laborales que involucren a varios países miembros y realizar inspecciones.
Por tanto, podría actuar sobre los ciudadanos de nacionalidad española, italiana, polaca o rumana que trabajan en Alemania o en Holanda. Sin embargo, según ha denunciado recientemente Liina Carr, presidenta de la Confederación Europea de Sindicatos (ETUC), la agencia no obligaría a los estados miembros a participar en las inspecciones y (de nuevo) se centraría fundamentalmente en los trabajadores de las compañías presentes en más de un estado,.
Algunos sindicatos de países afectados intentan hacer un esfuerzo por intervenir en este tipo de situaciones, pero los trabajadores temporales migrantes ni siquiera suelen residir en los países donde trabajan, lo que impide su sindicación y la garantía de su defensa efectiva. A pesar de ello, sindicatos alemanes como Ver.di e IG Metall han tenido un papel muy activo en la visibilización y la denuncia de casos como el de las condiciones de vida y trabajo de los empleados de Amazon en Alemania.
También ha habido experiencias interesantes como la del Grupo de Acción Sindical, formado por migrantes de habla hispana y presente en Berlín, Hamburgo y Renania del Norte-Westfalia (Alemania), entre cuyos objetivos está el de facilitar la organización colectiva de los migrantes en sus lugares de trabajo, la ayuda a las plantillas de diferentes empresas frente a problemas comunes y la realización de campañas para impedir la reducción de los derechos del conjunto de la plantilla mediante la contratación de inmigrantes.
Este último punto es importante: las instituciones ligadas a las élites globales, como el Foro Económico Mundial, apoyan el libre movimiento de personasporque puede ser una excelente forma de maximizar los beneficios de quienes controlan los medios de producción a costa de quienes dependemos de un salario para sobrevivir.
Por ello resulta de vital urgencia que tomemos conciencia de quiénes somos y de cuál es nuestro lugar en el mundo, de que recordemos de una vez por todas que hace no mucho tiempo hablábamos la misma lengua y nos sentíamos parte del mismo pueblo. Y que con esas herramientas nos sentíamos capaces de construir una torre cuya cúspide llegase al cielo. Nunca es tarde para empezar de nuevo si se es consciente de la importancia de los retos que enfrentamos. No es una posibilidad, sino una necesidad, y hoy, 1º de Mayo, es un buen día para recordarlo; sólo si nos organizamos y luchamos lograremos enterrar definitivamente el mito de Babel.
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