Punto y seguido

¡Tomad el cielo por asalto!

 

Así exhortaba Marx a convertir la tierra en el paraíso - lugar imaginario libre de sufrimientos-, prometido por los vendedores tramposos de sueños. Su llamada, como si quisiera golpear, por otro lado, a la conciencia de quien miraba aquí para otro lado, cuando aterrizaban aviones de la CIA con personas secuestrados, hacinados luego en cárceles secretas; al que no hizo nada cuando se destinaba las pensiones a sufragar las bombas que caen sobre los afganos; al que siguió con su vida mientras desahuciaban a sus vecinos, humillaban a los inmigrantes, y atacaban a los libios.

Por fin un "basta ya" de millones de afectados por el capitalismo degenerado y bélico, pone en jaque todos los mecanismos perversos del "sálvese quien pueda".

Las plazas reconquistadas por los indignados de diferentes partes del globo son la expresión de la lucha internacional contra un sistema económico y político fracasado, sean dictaduras o democracias formales.

Y ¿Cómo se puede poner en marcha un "gobierno del pueblo, para y por el pueblo"? ¿Es posible cambiar el rumbo de aquellos Estados que han perdido su soberanía frente a las instituciones supranacionales (La Unión Europea, la OTAN, entre otras), dictantes de su política interior y exterior?

"Los indignados" y los partidos de izquierda son aliados naturales. En el marco de una imprescindible plataforma unitaria, su capacidad de movilización y de llevar a cabo proyectos comunes, sería irreducible.

Si bien otorgar estructura a esta iniciativa pública le dará agilidad para sus acciones sociales y la convertirá en un auténtico grupo de presión, abandonar la calle será su fin. Las Madres de la Plaza de Mayo siguen existiendo después de tres décadas, gracias a su tenacidad, y sobre todo a presencia visible cada jueves.

Los enemigos de estos movimientos, para desactivarlos, sacarán su artillería: les acusarán de vándalos o terroristas, intentarán infiltrar a sus agentes para desviar la naturaleza del proyecto, provocarán tensión y disturbios con el fin de  "restablecer el (viejo) orden".

Para detener el avance alarmante de las fuerzas reaccionarias, la calle es de los escasos medios que dispone el pueblo.

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