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Ana Pardo de Vera

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, abandona el hemiciclo del Congreso de los Diputados tras la sesión de control al Gobierno. EUROPA PRESS/Jesús Hellín
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, abandona el hemiciclo del Congreso de los Diputados tras la sesión de control al Gobierno. EUROPA PRESS/Jesús Hellín

El presidente del PP cabalga a rebufo de la agenda de Vox, no digamos en época electoral, y eso constituye un problema, no solo para él y el PP, sino para la democracia entera. Alberto Núñez Feijóo ha fracasado en su intento de destruir y absorber a la ultraderecha, mimetizándose con ella, y los de Santiago Abascal no solo siguen aquí, sino que en Catalunya se han mantenido y el PP de Alejandro Fernández se ha quedado con los votantes de Ciudadanos, como se preveía, y no todos.

La derecha española que se denomina democrática, la del PP, carece de agenda propia y actúa conforme a los pasos que le dicta Vox y, si acaso, la presidenta Ayuso, que tanto monta. ¿Que los de Abascal tiran de discurso xenófobo en las elecciones catalanas? Allá se va el líder del PP a dar su mensaje antiinmigración correspondiente para los comicios del 12 de mayo. ¿Que Milei insulta al presidente del Gobierno, a su mujer, a media población española, como en su día hizo Hugo Chávez con Aznar (aunque en una cumbre latinoamericana, no en la capital de España) y delante de un Zapatero que reaccionó enseguida pidiendo respeto al venezolano? Feijóo critica al insultado, se olvida de las instituciones, de las circunstacias de los tales ataques y se emborracha de fruta en Madrid, que es lo suyo.

El último marcaje -y gordo- ha sido la foto de Abascal con el primer ministro de Israel y responsable del genocidio en Gaza, Benjamin Netanyahu. A estas horas (tarde de miércoles), desconozco qué piensa el jefe de la oposición en el Congreso sobre una imagen que, sin duda, vale más que las mil palabras que el líder ultraderechista y el supremacista israelí debieron de decirse en la hora de reunión que mantuvieron en Jerusalén. Feijóo, la verdad, lo tiene complicado en este punto y no le están funcionando sus excusas de mal perdedor sobre que "no es el momento" de reconocer el Estado Palestino (¿Cuántos inocentes tienen que morir, ser torturados/as de las formas más crueles en Gaza, para que sea el momento?) Si hay alguien que conoce -y aprecia y es apreciado- a Netanyahu, al todopoderoso Likud que éste preside, es Aznar, cuya relación con el partido gobernante en Israel (y responsable, tiempo ha, de crímenes de guerra, terrorismo de Estado, invasión, apartheid...) viene de lejos.

Las elecciones europeas del 9 de junio dan a los partidos de ultraderecha un importante ascenso; un desesperante incremento de representación en el Parlamento Europeo. La líder de esta antidemocracia en Francia, Marine Le Pen, ya ha tendido su mano a la primera ministra italiana, Georgia Meloni, para unir fuerzas y ser "segundo grupo", un segundo grupo que dé apoyo al PPE y condicione el futuro europeo (o antieuropeo). ¿Es demasiado aspirar lo de Le Pen? Seguramente, pero no es descabellado: hace una década, tal posibilidad nos habría parecido una distopía; hoy nos parece una posibilidad remota ... pero posible.

Es cierto que si la ultraderecha avanza de esta forma en Europa es por falta de respuestas de la parte contraria a una población agotada de desigualdad, sobre todo. También y, sobre todo, es responsabilidad de la derecha llamada "democrática", que lejos de alejarse de los postfascistas y de quienes beben en esas ciénagas ideológicas, opta por mimetizarse y absorber poder, el que sea y a costa de lo que sea. No nos cansaremos de decirlo, porque encima, les está saliendo mal, muy mal. Como siempre.

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