Carta con respuesta

Brindo por usted

Referente a la ‘epidemia’ de fácil acceso al alcohol en España (seis de cada diez jovenes de entre 12 y 18 años beben de forma regular), la otra cara de la moneda está en Estados Unidos, donde sí aplican la ley de 21 años, mayoría de edad para beber, y penalizan a los bares (hasta cerrarlos) y/o a los clientes que no cumplen con dicha ley. Las leyes funcionan cuando la sociedad está convencida de su justificación (la Ley Seca en EEUU no funcionó por eso) y lo más importante es que se apliquen dichas leyes. Hay malas cosas en EEUU (el presidente actual es la primera), pero la no aplicación de dicha ley no es una de ellas.

RICHARD M. MCBRIDE VALENCIA

 

Usted perdone que le conteste a partir de mi experiencia personal (algo que detesto). He vivido y trabajado durante años en Estados Unidos, enseñando a menores de 21 años, en varios estados, y le puedo asegurar que allí los jóvenes beben como cosacos. La mayoría tiene un amigo mayor, una tienda de confianza o un carné falsificado y compra alcohol sin el menor problema. En España, he pasado también años enseñando a menores de 21 años americanos que vienen a estudiar aquí: la verdadera catástrofe suele ser su sed insaciable. A mí, de hecho, lo que más peligroso me parece de la juventud española es precisamente la influencia norteamericana. Tradicionalmente, aquí siempre se ha bebido para celebrar con amigos, para divertirse y para intentar ligar: acabar borracho ha sido siempre un efecto secundario, un daño colateral, digamos, pero nunca el objetivo. Al contrario, aquí siempre ha estado muy mal visto el que no sabe beber y se la coge. En Estados Unidos, en cambio, he visto muy a menudo a los jóvenes beber con el propósito deliberado de emborracharse, con el único objetivo de alcanzar la embriaguez por la vía más rápida (incluso mediante un embudo). Algo de esto (tan deplorable) observo que empieza a pasar aquí y lo atribuyo a la nefasta influencia puritana de los Estados Unidos.

Por otra parte, no comparto la obsesión legislativa que parece haber tomado posesión de todo el mundo. ¡Si bastara con hacer una ley al respecto para cambiar la realidad! Los hechos, sin embargo, son contumaces.

Mi opinión personal es que beber es agradable, amortigua el filo de la realidad, hace compañía, alegra y a menudo incluso nos pone sentimentales. No soy en absoluto partidario de que los jóvenes no beban, sino todo lo contrario: de enseñarles desde muy jóvenes a beber bien. Es decir, con moderación, responsabilidad, alegría y, a ser posible, alguna elegancia. Prohibir que beban sólo conduce a la patética situación norteamericana: no saben beber, se emborrachan que da pena verlos y encima tienen que cometer actos ilegales cada dos por tres.

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