Trabajar cansa

Cuidado dónde apunta ese dedo

"No sé si repetirá, ni quiero saberlo. Es una decisión personal, aunque creo que es el mejor candidato que el PSOE puede tener." -Francisco Caamaño, ministro de Justicia-

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En la cuesta abajo del presidente Zapatero ya sólo le faltaba empezar a aznarear con su sucesión. Vale que los barones y los periódicos se entretengan jugando al postzapaterismo. Pero cuando él mismo entra en ese juego, mal vamos.

El chascarrillo del otro día diciendo que ya tiene decidido si se presentará o no a las elecciones, pero que sólo lo saben su mujer y un compañero del partido, no puede caer muy bien en los electores, y menos en los socialistas, que no olvidan el cesáreo cuaderno azul de Aznar. Que Zapatero empiece a hacerse el misterioso con su futuro, y encima convierta su candidatura en un asunto íntimo, es mala señal. Puede quedar en una gracieta, pero ni los ciudadanos ni los militantes socialistas están para bromas, y menos los candidatos que tienen a la vista unas municipales y autonómicas dolorosas.

No sabemos si es un primer estornudo del famoso síndrome de la Moncloa, ese endiosamiento que también tuvo Felipe González, y que se volvió grotesco con Aznar y aquellos tres pretendientes que esperaban ser señalados por el dedo divino. Si es así, ya puede abrigarse para no enfermar del mismo síndrome, pues en su caso sería de risa, vistas las perspectivas electorales.

Y es que mientras que Aznar administraba el botín de la victoria (que parecía previsible en 2004) y tenía en su mano designar al próximo presidente, Zapatero administra el saco sin fondo de la derrota, y sólo tiene en su mano comérsela toda él o compartirla con algún sacrificable que ni siquiera tendría el consuelo de ser el próximo jefe de la oposición.

Por eso no parece que, más allá de jugar a las adivinanzas con su continuidad, tenga ninguna tentación de recurrir al dedazo como Aznar. Porque mientras el dedo de éste repartía gloria, el de Zapatero apuntándote sería como una pistola que garantiza la muerte política, y todos se esconderían bajo la mesa cuando señalase. Por eso muchos en su partido esperan que tenga el detalle de dirigir ese dedo contra sí mismo, apoyado en la sien, y complete el suicidio político con una derrota que hará las cosas más fáciles a los que vengan detrás.

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