Al piano

Ganar la batalla por el significante Constitución

Juanma del Olmo, Rafa Mayoral y Francis Gil*

 

"Nosotros el pueblo...", ese es el simbólico comienzo de la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787. Ese inicio no es solo un formalismo, es una apuesta política concreta por un modelo jurídico determinado; la soberanía constitucional reside en el pueblo. Una Constitución es una herramienta política flexible y no un artefacto jurídico rígido. Toda Constitución, y en consecuencia todo Estado constitucional, es un resultado político de dinámicas sociales complejas, de procesos históricos de negociación entre intereses divergentes e incluso antagónicos. Si pensamos políticamente los textos constitucionales, si los pensamos como un principio de acuerdo general sobre el marco general de resolución del conflicto social -y las reglas de juego político democrático correspondiente-, el campo constitucional se expande. Y en un campo político expandido, permeable a la creatividad de la mayoría social, las oportunidades de intervención ciudadana aumentan exponencialmente. Enmienda tras enmienda, el mapa del territorio político puede ser reconquistado por sus verdaderos dueños, el pueblo soberano.

Una política reformista radical, susceptible de alterar la geografía constitucional, requiere de una acumulación de fuerzas sociales capaz de abrir la posibilidad de iniciar un nuevo proceso constituyente. Modificar los aspectos fundamentales de nuestro articulado constitucional para blindar los derechos sociales fundamentales como vinculantes resultará una tarea altamente compleja y requerirá de una minuciosa lectura de las condiciones de posibilidad política. No hay lugar para el aventurismo al afrontar la recuperación de los derechos fundamentales por la vía del rescate de nuestra soberanía constituyente; tenemos que aceptar la responsabilidad del momento y ser capaces de comprender los cambios constitucionales como el camino hacia la reconquista popular del campo político institucional. Estamos en un contexto histórico que podríamos definir como de cambio irreversible del paradigma político; donde, para avanzar en la emancipación política de la sociedad civil, necesitamos evitar la tentación de la "restauración" que promueven los portavoces del recambio. Cualquier error de cálculo de la correlación efectiva de apoyos sociales puede inclinar la balanza hacia el miedo espontáneo al cambio y abrir el camino a los proyectos restauradores del viejo paradigma, del viejo status quo y sus políticas anti-persona.

Es conveniente reconocer que la política democrática es irreductible al momento constituyente. En un magnifico texto de Chantal Mouffe sobre la conceptualización de la política de Carl Schmitt podemos visualizar cómo la lucha por la iniciativa constituyente es la batalla semiótica por la identidad popular, por el significante pueblo: "La política democrática no se reduce al momento en que el pueblo, ya enteramente constituido, ejerce su soberanía. El momento de la soberanía es indisociable de la verdadera lucha por la definición del pueblo y por la constitución de su identidad. Una tal identidad, sin embargo, no puede estar nunca enteramente constituida, y solamente puede existir a través de múltiples formas rivales de identificación". Es en ese combate político por la identificación con el significante pueblo donde debemos localizar las contradicciones y las tensiones internas entre los actores que pugnan por controlar el momento constituyente. Nuestra presencia debe ser disuasoria para quienes pretenden des-politizar los cambios constitucionales y ser garantía de la participación popular en el proceso. Expresar la necesidad de acumular fuerza social para iniciar el proceso de modificación constitucional no significa renunciar al objetivo constituyente, al contrario, significa diseñar con precisión la hoja de ruta para garantizar el protagonismo de la sociedad civil como actor protagonista del cambio político.

Conquistar políticamente la identificación Podemos-pueblo va a resultar una batalla política central en los próximos meses. En el combate por el capital simbólico del significado constituyente de la categoría política pueblo nos jugamos el reconocimiento social de nuestra potencia como organización, movimiento y partido. Por tanto, estamos, nuevamente, inmersos en una difícil encrucijada estratégica; apostar por un proyecto político capaz de concentrar mayorías que emulsionen las potencias del movimiento popular o replegarnos sobre premisas tautológicas, de obsolescencia programada, que nos reduzcan a espectadores del presente y testigos impotentes de la "restauración" por el recambio. Optar por movimientos auto-referenciales ajenos a la dinámica social general nos puede llevar a concluir en aquella ácida observación de Marx sobre la Asamblea Constituyente de 1848: "El primer día en que se puso en práctica la Constitución fue el último día de la dominación Constituyente. En el fondo de la urna electoral estaba su sentencia de muerte".

En las próximas semanas tendremos que confrontar nuestras propuestas políticas programáticas con la insobornable realidad de nuestro país. Nos veremos en diálogo directo con la ciudadanía, "en campaña", seremos evaluados y examinadas por nuestras propuestas, por la capacidad que tengamos de proponer soluciones concretas a problemas concretos, de avanzar medidas eficaces y, en resumen, por nuestra fuerza de representar la voluntad popular en nuestras propuestas programáticas. Y ese cambio de escenario y de escala se debe leer como un momento político de paso de la oposición a la proposición. Como dice Boaventura de Sousa Santos, estamos pasando de la oposición a la propuesta y eso requiere una forma diferente de dialogar: "Los diálogos son distintos cuando estamos en contra de algo, o en posición de algo o cuando estamos para proponer algo, y en este momento fundacional se está pasando de la oposición a la proposición, que son dos tipos de diálogo, dos tipos de competencias muy diferentes que hacen necesaria una nueva pedagogía política para fortalecer los liderazgos".

Desandar el camino liquidacionista de las garantías constitucionales de los derechos fundamentales no va a resultar sencillo y, probablemente, tenemos que pensar que, en función de la aritmética parlamentaria resultante del 20-D, el proceso deconstituyente iniciado por las políticas de sumisión al "déficit cero" implementadas por el bloque bipartidista cederá espacio frente a la nueva mayoría electoral. Sin embargo, no podemos ignorar que la importancia del momento requiere el coraje político y la altura de miras suficiente para abordar los cambios constitucionales necesarios para generar el suficiente consenso social que sirva de base para iniciar un verdadero proceso constituyente.

La intensidad social del contexto actual contiene elementos suficientes para perfilar una alternativa política que se materialice en un nuevo marco constitucional adecuado a los retos que nuestro país debe asumir en los próximos años. En esquema, las propuestas que formulamos en nuestro Programa Electoral tienen que suministrar la arquitectura básica de un nuevo modelo de Estado constitucional capaz de agrupar las garantías democráticas y la participación política en una misma idea fuerza; el cambio constituyente debe ser el procedimiento político para la refundación popular de la democracia social en nuestro país.

 

* Juanma del Olmo es candidato al Congreso de los Diputados por Valladolid,Rafa Mayoral es candidato al Congreso de los Diputados por Madrid y Francis Gil es Secretario Político de Podemos Castilla La Mancha.

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