Diario de un altermundista

Punto y seguido (en el 15-M)

Antes se desharán las acampadas que se dejará de hablar del 15-M. He aquí uno de los éxitos más notables de un movimiento que empezó pidiendo democracia real, que siguió indignándose y que acampó o se manifestó en, según algún recuento, más de 700 ciudades. El impacto en los medios de comunicación ha sido el talón de Aquiles de los movimientos sociales de los últimos tiempos. Ya podemos hacer encuentros, manifestaciones, performances, concentraciones, foros, conferencias y manifiestos, que si no nos desnudamos no salimos más que en un rincón de los periódicos, en el mejor de los casos. El 15-M no solo ha tocado la tecla de una buena parte de la población que tenía ganas de protestar pero no veía cómo, sino que ha sabido tocar la canción que atrae a los medios de comunicación, tan necesarios y responsables, para que las demandas sociales lleguen a buen puerto.

Otro éxito es el ya mencionado, movilizar a miles de jóvenes (y no tan jóvenes) contra casi todo lo existente: hacia la política, el sistema económico y también, hacia las paralizadas ONG y demás estructuras de transformación social (salvo honrosas excepciones) que están viendo cómo su transformación apunta hacia un adelgazamiento de sus propias estructuras. Pero no ha sido una contra destructiva, sino que desde el primer minuto se han empezado a construir propuestas desde el sentido común,la espontaneidad y con metodologías horizontales, no desde los libros, las jerarquías o los programas definidos. Esta construcción, sin embargo, algo deberá incorporar de las lecciones aprendidas por quienes se dedican a cambiar las cosas desde siempre, pero con sutileza, sino se romperá la verdadera fuerza del 15-M.

Personalmente, lo que menos me preocupa de este movimiento es que tenga un programa ya definido. El programa, de un modo u otro, ya sabemos cual es. Lo importante es que crezca y se multiplique de diversas formas, como ya está haciendo. Pero sobre todo que no desaparezca, que no se queme. De hacerlo, nos dejaría huérfanos de esperanza a quienes ya casi la habíamos perdido. Lo que más me preocupa es que se mantenga la intensidad hasta que el mensaje de cambio trascienda, cale en todos los ámbitos, en el político, en el económico y social, pero sobre todo en el cultural.

Puede que se hayan inventado, o nos hayamos inventado (porque el 15-M es de algún modo de todos quienes queremos que las cosas cambien), un movimiento de protesta-propuesta permanente, capaz de atraer a nuevos activistas también en el futuro que en un entorno nuevo no ven su lugar en los partidos políticos o en las organizaciones sociales existentes. El futuro del movimiento dependerá de su capacidad de mantener la tensión sin las acampadas, para que la población y los medios no dejen de escucharle. Las acciones serán necesarias, pero creo que más importantes serán las asambleas locales que lleven la democracia a cada rincón de los pueblos y ciudades. Puede sonar utópico, pero si los medios de comunicación siguen cumpliendo con su responsabilidad y las organizaciones políticas y sociales se dejan contaminar un poco, el 15-M puede llevarnos a un periodo de lucha contra los poderes (que además tendrán los gobiernos en sus propias manos) que, con perseverancia, nos acercará un poco más a la utopía con la que soñamos. El reto puede ser como juntar a los de siempre, a los de hace menos y a los recién llegados. Juntos pero no revueltos, para cambiar (transformar a veces no es suficiente) este sistema moralmente caduco.

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