Al sur a la izquierda

Todos piensan en el 21-N pero nadie habla de ello

Todo el mundo está pensando en el día después, pero nadie habla de ello. El día después es el 21 de noviembre y todo el mundo son los socialistas españoles en general, los socialistas andaluces en particular y José Antonio Griñán particularmente en particular. Si, como es previsible, los resultados de las generales no son buenos para el PSOE, la dirección del partido tendrá que decidir si es mejor convocar el congreso federal cuanto antes o hacerlo tras las andaluzas.
Naturalmente, los socialistas no quieren hablar de todo esto. Y no lo quieren por las mismas razones por las que la gente de mediana edad se resiste a formalizar el papeleo relativo a su propia muerte: por si acaso, porque mejor no tentar la suerte, porque tal vez coquetear con esas cosas tenga secretas y terribles consecuencias que nadie conoce pero todos temen. Para los socialistas, hablar antes del 20-N de un congreso se parece demasiado a hacer el papeleo de su propio entierro.

Lo que pocos ponen en duda es que, dicho un poco brutalmente, los socialistas tendrán que hacer lo que diga Griñán. Lo harán si están de acuerdo, pero también aunque no lo estén. En un escenario con Zapatero desaparecido y Rubalcaba en trance de desaparecer, la prioridad sería conservar Andalucía, y para ello deberían blindar al candidato y hacer todo lo posible para que se sintiera cómodo y con la fe intacta en la victoria. Griñán preferiría que el congreso se celebrara cuanto antes y que Andalucía hiciera valer su peso político en él: ahora bien, lo que no podría tutelar Griñán es la elección del nuevo secretario general. Una renovación profunda y visible del partido sería un activo electoral para Griñán, pero el camino hacia ella estaría plagado de riesgos porque muchos congresos provinciales de elección de delegados serían a cara de perro ya que, desde el 22-M,
todos guardan numerosas facturas orgánicas pendientes de cobro. Hacer un congreso y elegir nuevo líder será estupendo para Griñán si todo sale bien, pero letal si todo se tuerce y aflora la división interna.
Pero suponiendo que todo saliera bien, quedaría otro asunto por resolver: ¿forzaría Griñán, antes de las autonómicas, la celebración de un congreso regional tras el congreso federal? Si lo hace, sin duda saldrá elegido, como ya ocurrió en el de 2010, ¿pero y si resulta que unas semanas después pierde el poder en las urnas? El PSOE andaluz tendría un flamante líder... recién derrotado: un líder cuya ventanilla de reclamaciones no daría abasto para atender las colas de gente con sus taquitos de facturas pendientes de cobro.

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