Al sur a la izquierda

La presunción de inocencia empieza por uno mismo

El punto flaco de la derecha es la moralidad y el punto flaco de la izquierda es la realidad. Por eso a la izquierda le irrita tanto que la acusen de ilusa y a la derecha le molesta tanto que la acusen de inmoral, porque ambas acusaciones tienen algo de cierto. Pero es que la izquierda, por definición, necesita ser un poco ilusa porque si no lo fuera dejaría de ser izquierda, que es lo que le ocurrió por ejemplo a Tony Blair, que se volvió tan realista, tan pragmático y tan con los pies en la tierra que acabó convertido en un señor de derechas que además, o tal vez por eso, se ha dedicado como particular a ganar dinero de una manera desconsiderada con su pasado político y obscena con el presente de quienes fueron sus votantes.

 A su vez, la derecha necesita en buena medida ser algo inmoral porque si no lo fuera tendría severas dificultades para encajar en su imaginario ideológico la legitimidad –para ella indiscutible– de hechos que no está interesada en combatir, como la desigualdad, o de abstracciones que forman parte de su ADN, como el dinero. Resumiendo: a la derecha no le molesta que los suyos se hagan millonarios por medios discutibles, siempre que no los descubran; a la izquierda le molesta que los suyos se hagan millonarios incluso si los medios para lograrlo son técnicamente irreprochables, tal vez porque en su imaginario ideológico es un axioma que ganar demasiado dinero se parece mucho a robar o al menos que entra dentro del campo semántico que podríamos denominar "quedarse-uno-con-algo-que-no-es-suyo".

 Bien, cada uno es como es. Esta semana el PP ha tenido que administrar otro embarazoso caso de moralidad: la condena por cohecho al alcalde de Alhaurín el Grande, el gran Juan Martín Serón. El alcalde dice que como él es inocente y ha recurrido la sentencia, pues que no dimite. El partido en Málaga ha respaldado al alcalde, ya que a fin de cuentas ha sido condenado a un solo delito de cohecho y únicamente a 200.000 euros de multa y un año de inhabilitación y no, como pedía el fiscal, a 13 delitos y un montón de años de inhabilitación y de millones de multa. El propio Javier Arenas justificó ayer la permanencia del gran Juan en su cargo apelando a la presunción de inocencia, y hasta propuso hacer un debate sereno sobre el tema. No es fácil saber cuándo deja de operar la presunción de inocencia: cuando te condenan en primera instancia, cuando te condenan en segunda o cuando eres alcalde del PP. En moralidad no serán los primeros, pero a pragmáticos no hay quien les gane.

 

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