Al sur a la izquierda

Un 28-F marcado por el desconcierto

El Día de Andalucía viene celebrándose desde hace más de treinta años, pero lo cierto es que la gente lo celebra más bien poco. Lo de ser patriotas está bien, pero está mucho mejor serlo dentro de un orden. El 28 de Febrero es el día de la patria andaluza, sí, pero el patriotismo territorial andaluz siempre ha sido más bien templado. Hablando en propiedad, los andaluces se han puesto nacionales en muy contadas ocasiones, pues aunque su patria emocional sea Andalucía, su patria política es España. De hecho, la última y más sonada de esas ocasiones fue hace más de tres décadas, cuando el pueblo salió a la calle para reclamar no tanto la autonomía política, que también, como para exigir un trato político decente. La victoria del 28-F de 1980 consistió precisamente en eso.

Hoy los sindicatos de clase, con el respaldo de los dos partidos del Gobierno, han vuelto a llamar los andaluces a manifestarse, aunque no tanto en defensa de Andalucía propiamente como en defensa de aquellas cosas que creíamos que eran nuestras para siempre y al final ha resultado que no lo eran. Son las cosas que hemos resumido en la expresión 'Estado del bienestar'. Por eso el Partido Popular no puede apoyar esa convocatoria y hasta se siente agredido por ella. Quienes salgan hoy a la calle no lo harán en defensa del alma de Andalucía, que nunca se sabe muy bien qué es, ni falta que hace, sino más bien en defensa del cuerpo de Andalucía. Y ese cuerpo es, cómo no, la sanidad y la educación públicas, la protección social en situaciones de desamparo, la vivienda..., todas esas cosas que estamos empezando a perder a toda velocidad sin que hayamos acertado a encontrar quiénes pueden de verdad ayudarnos a evitarlo.

Las manifestaciones de hoy son la expresión del desconcierto de unos ciudadanos que no cesan de preguntar esto: ¿Hay alguien ahí? El Gobierno de izquierdas de Andalucía dice que sí que hay alguien, que está él. El Gobierno andaluz está plantando batalla como buenamente puede, sin duda, pero todo le mundo sabe que las armas con que cuenta para hacerlo son poco efectivas. Tan poco efectivas y con tan escasa capacidad de intimidación de los enemigos que estos apenas se inquietan. El drama de los gobiernos nacionales, sean estatales o autonómicos, es que gobiernan poco, o para ser más precisos, que mandan poco, o para ser más precisos aún, que su capacidad real de encauzar, transformar y mejorar la realidad se ha visto escandalosamente mermada desde que comenzó la crisis. Ellos intentan hacer creer a la población que siguen conservando esa capacidad, pero la gente sabe que no la tienen. Ya no. La crisis política e institucional de nuestro tiempo consiste fundamentalmente en eso.

Y entonces, ¿qué hacer? Bueno, salir a la calle a exigir una y otra vez un trato político decente es una de las cosas que todavía puede hacerse. No sabemos si esta vez servirá de algo, pero no deberíamos olvidar que en 1980 sí sirvió.

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