A ojo

Gitanos

El Gobierno de Nicolas Sarkozy está echando de Francia a los gitanos. Oh, no porque sean gitanos, por supuesto. ¿Francia racista? Nunca. Si están echando a los "rom" es porque son "sin papeles" de nacionalidad rumana o búlgara, y aunque sus países pertenecen a la Unión Europea todavía no han sido incluidos en el privilegiado grupo Schengen que les permitiría vivir en Francia sin más papeles que su pasaporte, como el padre húngaro de Sarkozy o su mujer italiana. Minucias burocráticas. Pero el hecho cierto es que el Gobierno francés está deportando a los gitanos porque son gitanos.
Y eso gusta, aunque reconocerlo no guste tanto. No hay nada que guste más a los pueblos que el racismo: si no, no existiría. Los gitanos, sin ir más lejos, son tan racistas como los que ellos llaman payos, nombre peyorativo para todos los no gitanos. Si el Gobierno de Sarkozy está expulsando a gitanos búlgaros y rumanos es para recuperar el terreno político que le ha venido comiendo el populismo xenófobo del ultraderechista Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, que ahora dirige su hija Marine. Ya se ha visto el mismo impulso en la Italia de Silvio Berlusconi, y no tardará en surgir en el resto de Europa, en donde los gitanos llevan muchos siglos viviendo y siendo a la vez considerados una raza extranjera (gitanos: egiptianos, tziganes, gipsies) y, por consiguiente, siendo despreciados y perseguidos. El Tercer Reich de Hitler estuvo a punto de acabar con ellos. Sólo son tolerados en la medida en que sean artistas: sepan cantar y bailar, o hacer bailar a un oso. El gitano francés Django Reinhardt –para no salirnos de Francia– era gitano de carreta en sus orígenes, de oso y cabra amaestrados. Pero como se convirtió en un gran guitarrista de jazz, ni siquiera a Sarkozy se le hubiera ocurrido decir que no es una gloria de Francia.

En España, los gitanos tienen además la posibilidad de ser toreros de arte. Pero alguna vez ha contado uno de los más grandes de entre ellos, el jerezano Rafael de Paula, que la cosa no es tan fácil:
–Cuando estaba bien en la plaza me gritaban "¡Torero!". Y cuando estaba mal me gritaban "¡Gitano!".
Y lo corrían a almohadillazos.

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