A ojo

La visita

Llegaron a Colombia de visita los príncipes de Asturias en gira protocolaria por las antiguas colonias de la América española. Y, claro, en la prensa hubo mucho ¡oh!, mucho ¡ah!, etcétera. Y, sin embargo, la visita dejó una estela de cierta decepción. No cumplió lo que vaga y confusamente todo el mundo esperaba, que era la satisfacción de dos nostalgias.

Una, la nostalgia insensata (aunque todas lo son) que sienten por la monarquía los pueblos de los países republicanos. En Colombia ahora estamos en el proceso de instalar una nueva, a fuerza de elecciones y reelecciones del mismo presidente una vez y otra vez, gracias a sucesivas y acumulativas reformas de la Constitución. Pero el hecho es que, como señaló Maquiavelo, una dinastía nueva nunca trae bajo el brazo el prestigio legitimador de una vieja. Y por eso Colombia, que hace casi dos siglos se independizó de los Borbones, aún los echa de menos. Como la propia España: se cuenta que el rey Alfonso XIII, un día, quiso darle las gracias a un monárquico entusiasta por sus vítores callejeros de entusiasmo. Y el entusiasta le dijo:

–¡Pues no sabe Su Majestad cómo gritábamos de entusiasmo cuando echamos de España a su señora abuela!

Esta nostalgia insensata de que hablo sufrió un golpe de decepción cuando al bajar del avión en Bogotá el esperadísimo príncipe Felipe, este se limitó a decir:
–Hola.

La otra nostalgia borbónica era más reciente. Venía de que en todos los periódicos de Colombia, como en los del mundo entero, se publicaron profusamente hace un mes las fotografías de la princesa Letizia subiendo unas escaleras en compañía de la primera dama de Francia, Carla Bruni. Aquí, como en el mundo entero, la imagen políticamente incorrecta de esos dos bellos culos montant un escalier dejó a la gente extasiada. Y la gente anhelaba una repetición.
No fue así. Y la visita de los príncipes a Colombia pasó sin pena ni gloria.

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