Puntadas sin hilo

La Justicia y el sentimiento popular

Una de las virtudes de la Justicia reside en la obligación de no dejarse arrastrar por sentimientos populares no probados.

Este lunes comienza el juicio Urdangarin-Infanta y de las primeras cuestiones previas a resolver es si la Infanta debe permanecer en el banquillo, actualmente cómodas sillas, de los acusados durante todo el tiempo del proceso o por el contrario se le debe aplicar la llamada doctrina Botín que en su día liberó al presidente del Banco Santander y que también la excusaría al no ser acusada ni por el Ministerio Fiscal ni por la Abogacía del Estado ni por una acusación privada o particular que se sintiese perjudicada, y solamente serlo por la acusación popular o genérica que ejerce el ultraconservador sindicato Manos Limpias. Al margen de la no sorprendente acusación del Ministerio Fiscal, defensor de los intereses ciudadanos, ni de la Abogacía del Estado, defensor de los intereses del Estado, lo normal, en mi opinión, sería que el tribunal no aplicase tal doctrina y mantuviese la presencia de la Infanta puesto que no se trata de delitos entre particulares, como lo fue en el caso del presidente del Banco Santander, sino entre la Infanta y un organismo público como es Hacienda, con lo que, por tanto, los perjudicados somos todos los ciudadanos. Pero, naturalmente, el tribunal resolverá. Si decidiera excluir del banquillo a la Infanta, la decepción popular sería grande y comenzarían las sospechas de parcialidad y concesión de trato privilegiado a la Infanta. Los ciudadanos no entenderían las razones del tribunal, que, no obstante, no debe dejarse influir más que por su recta interpretación de la ley, por ambigua que ésta sea. Será la primera prueba de fuego entre la Justicia y la prensa rosa. Por mi parte, afirmar que sea cual sea la decisión, la credibilidad del tribunal permanecerá incólume. No tengo motivos razonados para sospechar de su parcialidad ni de conducta prevaricadora. Por muchas promesas de ascenso que pudieran hacerse a los magistrados, en este juicio tres magistradas, no creo que su honor personal y profesional sea moneda de cambio. ¿O ustedes lo harían?

Otro de los puntos más relevantes y morbosos de este juicio consiste en la posible implicación de la Casa Real y concretamente del rey Juan Carlos en el conocimiento y amparo de los supuestos delitos cometidos por el matrimonio Urdangarin. Parece que todo se reducirá a la participación del asesor de las infantas, Carlos García Revenga, que se guardó para él solo los asuntos de los negocios del matrimonio, sin que esté en materia de juicio la actuación del rey Juan Carlos, aparte de su inviolabilidad constitucional. La sospecha permanecerá, sin que el tribunal pueda entrar en el asunto al no haberlo precisado ni solicitado las partes en sus actuaciones durante la instrucción del sumario por el juez Castro. Resulta difícil de creer que el rey Juan Carlos no terminara conociendo los hechos, y, cuando los conoció, seguramente no actuó con la contundencia debida. Y es probable que ello haya sido la verdadera causa de su abdicación. En fin, material para novelas más o menos históricas con el amor de Iñaki y Cristina como protagonistas.

Tras uno o dos días de cuestiones previas procesales aclaratorias que recojan las peticiones de las partes, el juicio se suspenderá por un tiempo aproximado de un mes para que los magistrados las resuelvan, dando paso al juicio propiamente dicho, con Infanta presente o no, que se reanudará con todo vigor con su larguísimo desfile de testigos muy conocidos, que tendrán la obligación de declarar la verdad bajo la advertencia de perjurio. Esto llevará dos o tres meses, y además de los interrogatorios a los 18 acusados, que se prevén largos y arduos, se aportarán las pruebas documentales existentes, verdadero núcleo efectivo del juicio, y, quizás antes del verano, el juicio quedará visto para sentencia, que previsiblemente se pueda conocer en otoño.

Ni que decir tiene que si fuera absolutoria o benévola, especialmente para Urdangarin, la decepción popular sería enorme y el tribunal quedaría en entredicho, aunque hubiese cumplido fielmente y según su leal saber y entender con la ley y con lo probado o no.

Previsiblemente nadie entraría todavía en prisión en caso de sentencia condenatoria por ser recurrible ante el Tribunal Supremo, que tardaría aproximadamente dos años en dictar la sentencia definitiva.

Así pues, tras años para el morbo, la discusión ciudadana y la complacencia con la Justicia o su denuesto. Pero vamos paso a paso, mientras, políticamente, el país anda a la greña.

Solamente señalar que este caso lo resuelve un tribunal profesional y no un jurado, porque así, y ante el cúmulo de delitos, lo dispone la Ley de este organismo. Urdangarin, la Infanta Cristina y sus compañeros de banquillo seguramente prefieren ser juzgados por un tribunal de jueces profesionales.

La Justicia cumplirá su papel, y el sentimiento popular seguramente no se verá satisfecho. Eterna contradicción.

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Gota de EL VIRUS DE LA INDEPENDENCIA:
1. Por fortuna todavía no hay violencia física. Y los enfrentamientos verbales son correctos.
2. Es inevitable el enfrentamiento entre el Estado y Catalunya.

3. El Estado no utilizará la fuerza, entre otras razones porque no es posible.
4. De entre las facultades que tiene el Gobierno, principalmente la aplicación del artículo 155 de la Constitución para retirarle la autonomía a Catalunya y las decisiones ejecutivas que pueda tomar el Tribunal Constitucional, creo que utilizará esta segunda, que puede acarrear la inhabilitación de numerosos cargos catalanes y cárcel si no acatasen dicha inhabilitación. Estimo que no ocurriría nada grave y todo se limitaría a manifestaciones de protesta.
5. Lo más irritante es que a los independentistas no se les cae de la boca la palabra democracia, como si tuvieran la exclusiva y no fuera democrática la actitud de quienes se oponen.
6. También resulta fastidioso el hecho de que los cargos independentistas da la impresión de que se creen héroes. Y posiblemente muchísimos ciudadanos.
7. Creo que al final de muchos meses la tensión disminuirá y el movimiento independentista se irá atenuando.
8. En cuanto a las repercusiones en el resto de España y en las negociaciones o pactos para formar gobierno, creo que la cuestión catalana sí tendrá una influencia grande que abocará a un Gobierno de coalición PP, PSOE y Ciudadanos. En el pensamiento general será la forma más eficaz contra el fortalecido independentismo catalán.
9. Al PP le vendría bien y al PSOE mal; terminaría mediatizado y condicionado por el PP con la trampa de la estabilidad necesaria. Así pues, entiendo que el PSOE se equivocaría.
10. Es sumamente improbable que el PSOE consiga un acuerdo con toda la izquierda, incluso aunque contase con el apoyo sugerido por Artur Mas. Podemos insistirá en la exigencia del derecho a decidir y la posibilidad de cualquier acuerdo con el PSOE se desvanecerá. El futuro de Podemos quedará en el aire.
11. La única forma en que el PSOE no se condenaría sería si apoyase al PP con su abstención, pero sin entrar en coalición. Y creo también que debería exigir la retirada de Mariano Rajoy, aunque, lógicamente, éste exigiese la de Pedro Sánchez. PP y PSOE sin sus cabezas actuales y sin coalición de gobierno sería soportable. Este apoyo por abstención sería suficiente, a mi juicio, para encarar con firmeza el desafío catalán, sin que el PSOE tenga que ahorcarse en la trampa que le tiende el PP y Europa.
12. Resultó patética la cara de amargura de Artur Mas durante su comparecencia para anunciar su renuncia.
13. Resulta increíble que un asunto tan serio como la independencia se pretenda resolver con una mayoría de un 50% de votos, que ni siquiera se ha alcanzado.
14. Da la impresión de que estamos viviendo una locura colectiva. Pero, ¿por qué no se permite a todos los españoles votar si queremos que los catalanes decidan su futuro?
15. Al final, lo más desmoralizador e imperdonable ha sido el apoyo que de hecho los independentistas han dado a Rajoy para permanecer un muy largo tiempo en el Gobierno, sin descartar la posibilidad de una nueva mayoría absoluta. Y encima debo reconocer que Rajoy estuvo espléndido en su declaración de ayer en respuesta a la investidura de Puigdemont.

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