¡Sois todas de Vox!

Andrea Dworkin -una de las feministas más brillantes de Estados Unidos- es un ejemplo de cómo gran parte de la autoproclamada izquierda feminista puede dañar tanto a escritoras y teóricas en particular como a la propia lucha feminista en general. Dworkin escribió largo y tendido contra la prostitución y la pornografía, lo que le valió olas de odio de -por supuesto- hombres que se decían progresistas y también de autodenominadas "feministas prosexo". Andrea soportó durante años ser descrita como una mujer que estaba conchabada con la ultraderecha, mojigata y fascista entre muchas otras perlas: las mismas que recibieron las feministas radicales anti-pornografía y abolicionistas de la prostitución en la década de los 70 y 80, célebres y anónimas. El análisis de los lumbreras era el mismo que ahora vemos que usan contra la abolición del género, algo así como: "¿Mujeres en contra de la prostitución y del porno?... igual que la ultraderecha. ¡Entonces ellas también son ultraderecha!" ¿De que nos suena todo esto?

"Análisis" por decir algo. Realmente no es ningún análisis. Llegar a una misma conclusión no siempre obedece a compartir ideas. De hecho, se puede luchar contra una misma cosa por dos motivos opuestos. Y al feminismo le ha ocurrido no pocas veces. Y no es que haga muchísimo tiempo de las últimas. Sin ir más lejos en la Historia: el Partido Popular subió la edad de consentimiento sexual de los 13 a los 16 años. Gallardón dijo 15, lo recomendado por la Unión Europea (ya que España era el país con la edad más baja junto con, atención, el Vaticano) y Ana Mato vio la apuesta y la subió a 16. Los motivos reales para que esa decisión se tomara desde el PP y no antes desde el PSOE de Zapatero (que pudo hacerlo pero no llegaron a un acuerdo interno, vaya por dios), solo los sabrán ellos. Pero, para el caso, lo mismo nos da: tanto si fue porque pensaban que el sexo es algo que sólo debe hacerse para traer criaturas al mundo como si opinaban que el sexo es sucio y con esas edades no deberían ni masturbarse, lo que nos importa es que esa subida a 16 años hace que hoy muchos pederastas se sienten en el banquillo, y que muchos otros se lo piensen dos veces antes de agredir.

Esa subida por ley de la edad mínima para dar consentimiento protege a las menores. Estar a favor de ella no te convierte en mojigata, nazi o pepera. Tampoco rancia o fascista. Simplemente es una medida protectora para la infancia, especialmente para ellas.

En pleno 2022 seguimos en las mismas, pero ahora hemos cambiado la prostitución o la pornografía por el género. ¡El género! Es decir, la herramienta esencial del sistema patriarcal para separarnos según nuestro sexo, que nos obliga a todas a ser de una determinada forma bajo amenaza constante de violencia, una de las construcciones socioculturales más asesinas (la más feminicida, por supuesto) ¡ha de blindarse, y no abolirse! Y, para defender este sinsentido, se usa la misma falacia que antaño: quien esté en contra de leyes que blindan el género es como Vox, que Vox también está en contra. Del "todas putas" al "todas nazis". Que es que ya no es cool llamarnos "puta" porque putas son aquellas emprendedoras que han decidido libremente su profesión, por si a alguien no le ha quedado clara la deriva.

Nazis, de Vox, ultraderechistas, odiadoras. Da igual si estás en contra de las leyes identitarias porque te dan asco los "invertidos" o las "desviadas" que no visten "como deben" y demás imaginario retrógrado, o si estás en contra porque estas leyes vulneran los derechos de la infancia, de las mujeres y de las personas con discapacidad, por poner tres ejemplos. (Y aquí tienen más de una docena de intervenciones, mujer trans incluida, por si quieren escuchar los argumentos de la lucha feminista).

Nazis, de Vox, ultraderechistas, odiadoras. Y ahí queda eso como la prueba irrefutable de que nada ha cambiado y de que la lucha feminista será siempre tachada de las mismas cosas por parte de los mismos frentes. Por si no tuviéramos poco con el fascismo real que se nos viene comiendo en la encuestas y que ya campa en escaños. Vox se frota la manos (y lo incita) hoy como en los 70 se las frotaba la industria del porno, la cual por cierto no ha dejado de multiplicar sus millonadas desde que las feministas perdieran el debate bajo el grito de "¡nazis!".

Hoy día se reconoce mundialmente el trabajo de Andrea Dworkin y del resto de referentes radicales antes vapuleadas por la propia izquierda (aquí tienes muchas minibiografías para leer que hemos ido haciendo). Hoy se las tiene en el lugar que siempre debieron ocupar. Muchas ya murieron, como la propia Dworkin, pero a veces el tiempo hace esas cosas: te pone en tu lugar, aunque tarde. El problema es que mientras pasa ese tiempo, las perjudicadas siempre somos las mismas: las denostadas, las violentadas, las violadas y luego no creídas, las supervivientes y las que no sobreviven. Las niñas y las mujeres.

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