Monstruos Perfectos

Una lección de Valentino

Anteayer tuve el privilegio de sentarme frente a frente –con una pasarela de por medio– de Valentino, el modisto que vistió de viuda a Jackie Keneddy y de novia a Jackie O. Un señor de 75 años que tuvo el honor de darle su nombre a un color, Rojo Valentino, casi al tiempo que se dedicaba a  arrastrarlo, estampándolo sobre toda clase de baratijas aspiracionales: gafas, perfumes, cinturones, vajillas, jeans o bolsos malos. Un mito de la alta costura contemporánea que se despide definitivamente de la moda el próximo mes de enero y que ya forma parte de la historia y de nuestra cultura.

Anteayer estuve cara a cara con Valentino y tuve la oportunidad de contemplar de cerca su perfil de moneda romana y el policromado imposible de su rostro y su escultura capilar. Pude mirarle a los ojos y  las manos, que mantuvo cruzadas todo el tiempo, salvo cuando aplaudió la salida de algunas de las prendas de la colección de la próxima temporada de la marca de pret-a-porter que esa noche le había entregado un premio por toda su trayectoria y había contado con él para que presidiera el jurado de su certamen de jóvenes diseñadores.

Estuve allí, muy cerca, y vi cómo Valentino observaba muy atento el trabajo de otros, e incluso celebraba algunos vestidos con lo que parecía un interés real por un desfile sin demasiada enjundia. Valentino demostró ser un señor muy bien educado, muy discreto y bien pintado. Un monstruo casi perfecto. Todo un caballero.

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