Monstruos Perfectos

Ser infiel se paga caro

Una empresa de cosméticos acaba de demandar a la actriz de Mujeres Desperadas Teri Hatcher por violar el contrato que habían firmado con ella para la promoción de sus productos y por el que habían pagado casi dos millones y medio de dólares. La denuncia llega después de que la compañía descubriera que la actriz se había rellenado los labios con un producto de la competencia, algo que estaba expresamente prohibido en una de las cláusulas del contrato.

Un caso como éste puede sentar un peligroso precedente en el mundo de la publicidad protagonizada por famosos.

Imagino a actrices y modelos obligadas a teñirse el pelo en el lavabo de su casa con ese tinte de bote que anuncian tan sonrientes, "porque ellas lo valen" y que no se aplicarían en sus melenas ni muertas. O a esas señoras de amplias fincas y escuetas caderas forzadas a ingerir los bombones rellenos de frutos secos con los que se supone que agasajan a sus invitados, quienes las condenarían al ostracismo social de encontrarse alguna de esas bolitas doradas dispuesta en una bombonera de cristal de bohemia en el salón. O a Igartiburu en un pisito de Marina d’Or.

Incluso me da por pensar que RIS, esa serie infame, ese CSI de garrafón que protagoniza José Coronado, no es más que una treta de la empresa de yogures para incluir una escena de análisis de heces en un laboratorio, en plan ultrarrealista, gracias a la cual podrán averiguar si el actor les es fiel o les engaña con laxantes de farmacia.

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