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La mesa de Paracuellos del Jarama

Con ciencia viajera por PEPE CERVERA

Si está en el aeropuerto de Barajas, aproveche: vaya a los ventanales que dan a las pistas, y si está en las T1 a 3, mire al frente; o a su derecha, si está en la T4. Al otro lado, verá una ladera donde destacan dos bolas blancas; son los radomos que protegen unos radares del aeródromo. Ambas bolas están en la misma horizontal. A la derecha hay algún cerro que se trunca a la misma altura, entre Torrejón de Ardoz y Alcalá de Henares. Es la Mesa de Paracuellos y esa línea marca tiempo: cinco millones de años.

Bajo esas bolas hay capas de gruesas arenas intercaladas con arcillas y sepiolita. Está usted viendo el final del Mioceno en la Cuenca de Madrid. Entonces el clima era semiárido y las aguas vertidas en la Cuenca del Tajo no salían hacia el Atlántico; se vertían hacia adentro: como hoy ocurre en el Okavango. Los ríos se perdían en lagos poco profundos que se secaban en verano y en el paisaje semidesértico vivían animales fantásticos: tortugas de tierra gigantes, enormes perezosos con garras, parientes de los caballos, osos carroñeros y rinocerontes acuáticos. De todos han aparecido restos en esa misma ladera repleta de cárcavas de la Mesa de Paracuellos.

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