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El falo de la discordia

ZOOLOGÍA PLAYERA // AMBROSIO GARCÍA LEAL

*Biólogo e investigador de la sexualidad humana

En la evolución reciente del traje de baño masculino, las bermudas se han impuesto al tanga, quizás en parte por la dificultad de abarcar la generosidad genital del macho humano con tan poca tela (y más cuando el travieso miembro viril insiste en expresar su contento ante el espectáculo del despelote femenino playero). Y es que, aunque el relato estándar de la evolución humana pone el énfasis en el incremento de la capacidad craneana, el órgano que ha experimentado un agrandamiento más significativo en la filogenia homínida no es el cerebro, sino el pene.

Se han propuesto varias explicaciones de este hecho, la más inmediata de las cuales (para irritación de algunas feministas) es la selección sexual femenina. Pero la que encuentro más plausible –porque tiene en cuenta la forma además del tamaño– apela a la competencia espermática: la carrera entre espermatozoides rivales por fecundar el ansiado óvulo.

Orgasmos, cópula y excitación

El pene humano, con su glande bulboso, tiene forma de émbolo, lo que sugiere una adaptación para desalojar el esperma rival antes de depositar el propio. Pero este diseño sólo es útil cuando las hembras tienen por costumbre copular con un macho tras otro. Esta interpretación suele suscitar escepticismo, pero es congruente con otras peculiaridades de la sexualidad humana, como son el orgasmo femenino, la cópula prolongada y la excitación "por simpatía"
–si los varones fueran machos típicos, la visión de otro macho copulando debería enfurecerles en vez de excitarles–.

El estereotipo del varón promiscuo y la mujer de un solo hombre está tan implantado que incluso los científicos tienden a darlo por sentado. Pero la anatomía, mucho menos susceptible de distorsión cultural que la conducta, nos cuenta otra historia bien distinta.

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