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Herrería de Compludo (León)

Con ciencia viajera por PEPE CERVERA

Desde la Edad Media cada pueblo tenía su herrería. Era necesario, porque casi todas las herramientas, muchos aperos de labranza y gran cantidad de materiales de construcción eran de hierro, por no mencionar las armas. El trabajo del herrero era cansado y sucio, tenía aires de hechicería y, en general, era impopular, pero imprescindible. Transformar mena en hierro, o barras y placas en cadenas, picos, arados o rejas es transmutar los elementos; a veces, sólo puede hacerse de noche, para apreciar el hierro al rojo. Dar forma con las manos a los metales más duros tiene algo de sobrenatural, aunque, en realidad, se tratara sólo de ingenio y trabajo duro.

La forja del hierro necesita dos elementos: elevadas temperaturas y mucho golpe de martillo. En la Herrería de Compludo podemos ver un sistema hidráulico que, muy ingeniosamente, resuelve los dos a la vez, multiplicando la producción del herrero. Un molino de agua mueve un gran martillo pilón que se usa en el golpeteo. Y la misma corriente de agua aviva el fuego, inyectando aire a la fragua mediante un ingenio conocido como Trompa Catalana. Un gran ejemplo de ingeniería medieval que todavía funciona.

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