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Ciencia y vida

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

En mi adolescencia solía leer la excelente revista francesa Science et Vie, y lo que más me gustaba era su nombre. Ciencia y vida: dos palabras que para mí iban indisolublemente unidas. No podía concebir la vida sin la ciencia; pero lo que hacía a la ciencia absolutamente maravillosa era su capacidad de transformar la vida y liberar a la humanidad de sus servidumbres. Así lo veía a los trece años y así sigo viéndolo (aunque con menos ingenuidad) medio siglo después. La revista estaba dividida en tres secciones: Ciencia, Tecnología y Ciencia y vida cotidiana, y ponía especial empeño en desmontar las patrañas seudocientíficas y los supuestos fenómenos paranormales (ni las cucharillas de Uri Geller, ni los contactos con extraterrestres, ni la astrología, ni la "memoria del agua" se libraron del afilado bisturí racionalista de sus competentes redactores), marcando una línea de divulgación a la vez asequible y rigurosa que, por desgracia, no es la más frecuente.

Cuando acepté hacerme cargo de esta columna semanal, uno de los nombres que pensé para ella fue Ciencia y vida, aunque al final lo descarté porque habría resultado equívoco, puesto que pensaba hablar (y así he intentado hacerlo) más de epistemología y de lógica que de las repercusiones sociales de los descubrimientos científicos. Por eso me alegró doblemente que mi querido y admirado José Luis Sampedro eligiera ese título para su último libro, escrito en colaboración con Valentín Fuster y Olga Lucas.

La ciencia y la vida es, en pocas palabras, un diálogo de sabios, una de esas conversaciones serenas y profundas con las que los griegos pusieron los cimientos de la filosofía. "Y después de nosotros, mañana, cuando el hombre en su propio cuerpo vaya siendo afectado por la genética, la neurociencia, la nanotecnia y otros futuribles en el horizonte, ¿qué palabras danzarán en los silencios? Y entre tanto, ahora, ¿qué podemos hacer cuando tan torpemente vemos llevar el timón de la nave? Al menos algo creemos: la nave es una galera. Si todos los galeotes anónimos nos conjurásemos para remar solo por una banda, la nave cambiaría el rumbo obligando al timonel. El futuro es manejable, la vida es imparable". Así termina un libro lleno de ciencia y de vida, en el más amplio, en el más pleno sentido de ambos términos. Y ya que sus autores me robaron el título, les robo yo esas palabras finales, inaugurales, para embellecer la despedida de este primer tiempo de El juego de la ciencia, el gran juego. Hasta el 5 de septiembre.

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