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Diario de a bordo (VII)

Por Raquel Vaquer

* Investigadora del IMEDEA (CSIC), en el ártico

Último día a bordo. Hoy tenemos que analizar las últimas muestras y recoger todo el material. El viento de ayer, que vaticinaba tormenta, ha convertido el mar, hasta ahora plano, en un tormento.

Las olas, que a juzgar por el movimiento del barco deben superar los cuatro metros, hacen que casi todos los tripulantes nos hallemos en un estado tan penoso que levantarnos de la cama es todo un logro. Consigo analizar algunas botellas, pero el mareo me gana y debo correr al camarote.

Mis compañeras de habitáculo se sienten más o menos como yo, y ninguna puede abandonar la cama. Saber que nos queda mucho trabajo por hacer y que no llegaremos a la entrada del fiordo hasta dentro de nueve horas nos desanima un poco.

Todos los intentos por ir al laboratorio terminan en el baño. Tras la inmensa suerte de cruzar el Mar de Barents sin movimiento alguno del buque, una tormenta era de esperar. Hasta el momento había sido mi primera campaña sin mareos, tanta suerte no podía durar.

A la hora de la cena, las olas han amainado un poco y podemos tragar un algo de arroz, pan seco y galletitas saladas. Pasaremos toda la noche en vela para terminar los análisis y a recoger y empaquetar el material.

Mañana a primera hora llegamos a puerto. El archipiélago de Svalbard nos espera. Pisar tierra firme tras la tormenta. Y después de las despedidas, la vuelta a casa, al ansiado calor después del frío helado.

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