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Al sol que más calienta

UNIVERSO // JAVIER ARMENTIA

* Astrofísico y director del Planetario de Pamplona

¿Cuál es la estrella más cercana?, suele preguntarse como para confundir al que algo dice saber de astronomía. No es Alfa Centauri, aunque todos conocemos ese nombre misterioso y muchísimos de ellos sabemos que está a unos cuatro años-luz. Son esas cosas de la cultura del Trivial, claro. Pero la trampa es que la estrella más cercana es el Sol. Nuestra estrella y de la cual dependemos absolutamente: no sólo nuestro planeta nació de la misma nube de gas y polvo que formó esta estrella enana amarilla hace 5.000 millones de años, sino que su luz y energía pusieron en movimiento la Tierra y lo siguen haciendo en un término justo que permite que recibamos un montón de luz para tener un sistema climático activo y cambiante, pero no demasiado para no achicharrarnos. Pura casualidad, claro, aunque muchos quieren ver en estas casualidades la mano de un imposible diseño. Si hubiera sido Venus el planeta adecuado para la vida, estoy seguro que había venusinos partidarios del Diseño Inteligente. Y no sería descabellado pensar que casi todas las religiones venusinas hubieran adorado al Sol bajo los más variados ropajes.

El Sol es también incansable fuente de misterios. Lo que resulta paradójico, teniendo en cuenta que es la estrella más observada. No sólo desde la Tierra –obviamente durante el día– con las torres y demás telescopios solares, sino también desde el espacio: Soho, Stereo y otras nos proporcionan una imagen del Sol llena de detalles. Sin embargo, esa bola de hidrógeno y un poco de helio (principalmente) que tiene millón y medio de kilómetros de diámetro y con la que tenemos materia para casi millón y medio de tierras, nos sigue ocultando muchas cosas. Desde cómo funcionan sus ciclos a cómo es el detalle del motor nuclear de su interior. Debemos seguir mirando, con mucha atención.

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