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El 'baratillo' de Java

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos.

Tras el hallazgo en 1891 de la calota craneal en el yacimiento de Trinil, que dio lugar al mito del eslabón perdido, la Isla de Java se convirtió en foco de atención de los prehistoriadores alemanes y holandeses. La teoría de Eugène Dubois no tuvo éxito, pero alertó a la ciencia de las posibilidades de este remoto lugar de Eurasia para el estudio de nuestros orígenes. Sin embargo, las investigaciones no se reactivaron hasta los años treinta del siglo XX. El paleontólogo y geólogo berlinés Gustav Heinrich Ralph von Koenigswald fue unos de los principales protagonistas de una de las historias más increibles de las investigaciones en Java.

Von Koenigswald llegó a la Isla en 1930 financiado por la Carnegie Foundation con la idea de estudiar la geología de los yacimientos y buscar nuevos fósiles humanos. En aquellos años, este tipo de investigaciones carecía de las ciencias auxiliares que permiten establecer el contexto temporal de los hallazgos, y los equipos humanos se reducían al investigador y a sus ayudantes de campo, oriundos y conocedores de las regiones exploradas.

El investigador alemán no tuvo la suerte de Dubois y pudo quedarse con las manos vacías, de no ser por su habilidad para negociar con los granjeros de la región de la Colina de Sangiran. Con la subvención concedida se le ocurrió la idea de pagar a los granjeros para que le ayudasen a encontrar buenos fósiles. Puedo imaginar la perplejidad de los lugareños por el interés de aquel europeo en localizar viejos trozos de hueso. Pero, en fin, cada uno tiene sus manías. Así, en 1936 llegó a sus manos una mandíbula de Homo erectus, que hoy día se conoce como Sangirán 1. Este sucesó animó a otros granjeros, que durante algún tiempo le proporcionaron fragmentos de un cráneo (Sangiran 2). Lo interesante es que los avispados granjeros, habían roto el cráneo en varios pedazos para cobrar cada uno de ellos por separado.

Von Koenigswald decidió entonces incrementar la oferta económica por especímenes completos. Por supuesto, esta estrategía dio resultado, pero los yacimientos se convirtieron en lugares celosamente guardados en secreto, a los que von Koenigswald nunca pudo acceder. La rica colección de fósiles humanos encontrados en aquellos años en la Colina de Sangiran por los granjeros de la Isla se conserva en el Instituto Senckenberg de Frankfurt y, aunque representa una referencia de interés, el valor científico de estos fósiles de procedencia y antigüedad desconocidos es muy limitado.

En la actualidad no se concibe el estudio de los yacimientos sin el concurso de equipos de científicos y técnicos formados en disciplinas muy diversas. Como sucede en ciertas series muy conocidas que ofrecen las televisiones, cada dato que se recupere es importante para reconstruir el escenario de sucesos que sucedieron hace miles y miles de años.

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