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Buenas noches y buena suerte

CIENCIA SOÑADA// JORGE BARRERO

Durante tres meses, esta sección ha ido coleccionando episodios de descubrimientos e invenciones vinculados con la inspiración onírica. Lógicamente, Ciencia soñada no ha sido un espacio para lucimiento de insomnes, pero lo cierto es que si revisamos la historia de la ciencia, las noches en vela han sido más productivas que los sueños. En esta última entrega, teníamos una obligación moral con los noctámbulos.

Blaise Pascal, por ejemplo, desarrolló sus matemáticas por la noche, aquejado de dolores de cabeza que le impedían dormir. Frederick Banting, descubridor de la insulina, también sacó partido a su insomnio. En su casa-museo de London (en Canadá), se conserva la cama en la que, todavía despierto, intuyó la relevancia de esta hormona en el control del azúcar sanguíneo. El caso de Stephen Hawkins es muy particular. En sus complicadas circunstancias, el proceso de postrarse en la cama se prolonga varios minutos cada día. Una vez preparado y en esos instantes de calma que preceden al sueño, Hawkins ha tenido algunas de sus ideas mas reveladoras.

Atrás queda un manojo de historias rodeadas de ese halo esotérico tan atractivo para los más románticos, como sospechoso e intranquilizador para las mentes escépticas. A estas mentes permanentemente en duda, una costumbre muy sana para la ciencia, es preciso aclararles que cada pieza de esta sección está avalada por fuentes fiables o, cuando menos, cercanas a los protagonistas. A los poetas y románticos, que han encontrado en estos pasajes casi legendarios una oportunidad para reconciliarse con la fría y cartesiana institución científica, debe recordarse que no necesitamos recurrir a los sueños para encontrar creatividad e imaginación en la ciencia. De hecho, cada tímido paso hacia lo desconocido encierra momentos mágicos...

Es cierto, todo descubrimiento se debe a un esfuerzo colectivo de muchos años, de muchas personas... pero la hipótesis, el experimento clave, se gestan en momentos singulares de la esforzada rutina investigadora. Casi siempre en la vigilia, a veces –¿por qué no?–, en sueños, se produce una descarga en el interior de un único cerebro que da lugar a la idea.

Ramón y Cajal, conjunción extraordinaria de investigador y poeta, describió con maestría ese resplandor genial de la inspiración científica con estas palabras: "(...) El primer balbuceo de la razón en medio de las tinieblas de lo desconocido, la sonda tendida en el misterioso abismo, el puente, en fin, aéreo y audaz, que junta la playa con el inexplorado continente".

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