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Einstein a principio de curso

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física atómica, molecular y nuclear en la Universidad de Sevilla

Estamos ante un principio de curso dominado por dos elementos de discusión apasionada: la recuperación de la autoridad de los profesores y la utilidad de los ordenadores en clase. El debate no sólo es acertado sino esperanzador, pues parece que por primera vez en las tres décadas largas de democracia que llevamos se está asumiendo en toda su dimensión el fracaso de la enseñanza y afrontando su solución. Como ejemplo de la infinidad de dimensiones que tiene el problema apuntemos una que puede parecer original. Cuando Einstein ya era muy mayor, un senador del estado de Nueva York responsable de enseñanza le preguntó en qué consideraba que las escuelas deberían poner mayor énfasis. La respuesta del sabio no se hizo esperar: "En la enseñanza de la historia de las personalidades que beneficiaron a la humanidad gracias a su independencia de carácter y de juicio". Ante el asombro del político, que esperaba que un genio de la física teórica pusiera el acento en la enseñanza de las matemáticas y las ciencias en general, Einstein añadió: "Hay que acoger los comentarios críticos de los estudiantes con espíritu cordial; la acumulación de material no debe asfixiar la independencia de los estudiantes. En cualquier caso, hay que convencerlos de que aprender algo exige mucho esfuerzo".

Einstein fue un profesor horrible y las pocas clases que dio en su vida fueron soporíferas y absolutamente ininteligibles, por lo que apenas tuvo alumnos y menos discípulos. Sin embargo, los juicios pedagógicos anteriores seguramente fueron acertados. Ensalzar la independencia y el espíritu crítico hasta el punto de priorizarlo sobre todo lo demás es muy osado, pero combinar la cordialidad con el convencimiento de que el esfuerzo es necesario, lo es aún más. Sobre todo en los tiempos que corren. Einstein odiaba el militarismo de la época en el país en que le tocó vivir, y detestó tanto su reflejo en los institutos en que estudió que llegó al extremo de cambiar de nacionalidad. Sin embargo, su curiosidad, tesón y libertad de criterio le llevaron a disfrutar inmensamente del estudio.

Parece que todos desean que la disciplina y la educación señoreen de nuevo las aulas con Internet reinando en ellas, pero si no se favorece el gusto por el aprendizaje con esfuerzo y se fomenta la libertad de pensamiento, quizá no lleguemos muy lejos.   Tengamos en cuenta que Einstein se equivocó muchas veces como profesor, como marido y padre e incluso como físico, pero sus aciertos fueron más que espléndidos. Quizá este fuera uno de ellos

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