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Gira que gira

CIENCIA DE PEGA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Si alguna vez deciden irse de visita a ese precioso país-continente que es Australia, o a cualquier otro del hemisferio Sur, es posible que allí les hablen de que el agua, al irse por el desagüe, gira al revés que en el hemisferio Norte. Y si su interlocutor quiere dárselas de ser un poco más culto que la media, les hablará de que se trata de un efecto de la llamada fuerza de Coriolis, que causa que los huracanes giren en sentido contrario al de las agujas del reloj en el hemisferio Norte y en el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio Sur.

Si la Tierra no girase, el aire fluiría directamente al centro de baja presión desde las zonas de alta presión. Pero la rotación de la Tierra hace que el aire se desvíe, con lo que se mueve alrededor del centro de baja presión. Antes de continuar, hay que dejar claro que la fuerza de Coriolis, lo mismo que la fuerza centrífuga, no es una fuerza real, pues no tiene un origen material. Este tipo de fuerzas ficticias aparecen porque nos encontramos sobre un sistema en un estado de movimiento especial, con aceleración. Así, cuando el autobús acelera notamos que algo tira de nosotros hacia atrás, cuando en realidad no nos empuja nada. Lo que sucede es que estamos quietos y en ese momento empezamos a movernos hacia delante. Pero volvamos a nuestro lavabo con agua. Comparado con otros movimientos de rotación, el de la Tierra es muy lento (una vuelta por día).

El agua que se cuela por el desagüe da una vuelta en pocos segundos, lo que implica que gira miles de veces más rápido que la Tierra. Por tanto, la fuerza de Coriolis es tan débil que no juega ningún papel en la determinación de la dirección de giro del agua. Lo que sí influye es el modo en que hemos llenado el lavabo o las perturbaciones que hemos introducido cuando removíamos el agua. La magnitud de estas alteraciones son muy pequeñas, pero comparadas con la rotación de la Tierra, son enormes.

Sin embargo, sí podemos ver el efecto de Coriolis en el agua de un lavabo. Para ello necesitaríamos uno con simetría esférica, de un metro de diámetro, y con un pequeñísimo agujero en su centro, para que tardase varias horas en vaciarse y así dar tiempo a que el efecto de Coriolis se produzca. Además, el tapón debe quitarse por abajo, para no introducir movimientos espurios en el agua. Así –y sólo así– veremos la influencia de la rotación de la Tierra en el desagüe del lavabo.

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