Civismos incívicos

Paquete turístico con 2x1 de impunidad

Se acerca el verano e intuyo ya las portadas con fotos de las playas llenas de vendedores ambulantes y masajistas, y las promesas de mayor presencia policial, videovigilancia y orden.

Como mencionaba hace unas semanas en un post sobre el quality of life policing, la combinación de turismo y civismo parece generarle al sistema un cortocircuito generalizado que se hace aún más evidente en verano, y al que ahora se le une el factor crisis económica, que está obligando a muchas zonas costeras de nuestro país a replantearse el modelo de crecimiento que tantos bolsillos ha llenado en los últimos 50 años.

Este tipo de espacios se debate entre múltiples contradicciones, la mayoría provocadas por una dificultad evidente para romper con el modelo de desarrollismo basado en el ladrillo y el turismo. Los responsables de estas zonas costeras son conscientes de que el modelo se acerca a su fin, pero la esperanza de, milagrosamente, todo vuelva a ser como antes se palpa en el ambiente. El rechazo al turista de bajo poder adquisitivo se mezcla con una dinámica no explícita que apuesta por añadir la impunidad a la oferta turística para no perder clientes: nuestras playas ya no serán las más bonitas, ni nuestros cubatas los más baratos, ni nuestras calles las más exóticas... pero aquí el turista es el rey. Y si cada mañana tenemos que limpiar los vómitos de su borrachera de nuestros portales, lo haremos con gusto, porque sus euros nos dan de comer. Y si cuando vienen quieren no tener que pensar en qué constituye el respeto, no se preocupen, suspenderemos nuestras ordenanzas de civismo, porque su incivismo trae $$$. Y si a última hora ud. decide liberar su frustración ante el agotamiento de las vías gratuitas de obtención de sexo con un completo en un rincón, no se preocupe, nos encargaremos de que las portadas y las multas se centren en la nigeriana que le ha dado alivio.

En un país que ha apostado tanto por el desarrollismo de sol y playa, la irresoluble tensión entre la legalidad y el imperativo del crecimiento económico tiende a resolverse creando un doble rasero legal y añadiendo a unos paquestes turísticos cada vez menos competitivos un 2x1 de impunidad.

Los discursos sobre la necesidad de apostar por modelos que respeten el medio ambiente y al ciudadano, que antepongan los principios del estado de derecho a los intereses de algunos sectores económicos y que dejen atrás el monocultivo turístico y los bajos salarios quedan así en agua de borrajas. Pero es que además no le hacen ningún favor a la reconversión que preconizan, ya que la posibilidad de que el deseado turista cívico pille el mensaje y abandone el MoMa (o el Guggenheim!) para venir a pasearse por nuestras playas parece no ya remota, sinó hasta cómica.

Bueno, tragicómica. De las de reír para no llorar.

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