Érase una vez un gobierno municipal en crisis, acosado por la oposición, por la desafección política y por una pérdida general de credibilidad.
Ante tal situación, el alcalde decidió revisar el Libro Gordo de las Buenas Ideas y se encontró con unos Juegos Olímpicos, que segun las crónicas de la época habían levantado los ánimos ciudadanos y reafirmado a su predecesor. Así que el alcalde dijo para sí: "Ya lo tengo, montaré un gran evento y el pueblo me amará de nuevo". Así que importó ladrillos, expertos y azafatas y montó un Foro de las Culturas.
Para sorpresa de la corte, los sondeos no mejoraron, así que volvieron al oráculo y leyeron que las adversidades podían combatirse con una pizca de proximidad, dos de visitas a los barrios y tres de utilización del transporte público. Y, de nuevo, se pusieron manos a la obra: "¡el alcalde de la proximidad!". Pero los sondeos seguían en caída libre.
Llegados a este punto, el alcalde empezó a darse cuenta que la desafección ya no estaba sólo fuera o en la oposición, sinó que el enemigo estaba empezando a instalarse en casa. Desesperado, se dirigió al epílogo del Libro Gordo de las Buenas Ideas, un epílogo al que sólo se podía acceder con una clave, transmitida de padres a hijos políticos y puerta de acceso a un manual secretísimo a utilizar sólo en caso de emergencias emergencísimas, y leyó: "ante situaciones desesperadas, y si uno no le tiene mucho apego a su alma y no le importa vendérsela al diablo, se puede recurrir al siempre exitoso populismo securitario". Y no lo dudó. En tres meses tuvo redactada y aprobada una ordenanza cívica. Pero el diablo no perdona, y la ordenanza nació cuando ya se oficiaba la misa por el cadáver político del alcalde.
Cinco años después, otro alcalde, después de intentar liderar unos Juegos de Invierno y un proceso participativo fallido, al ver resquebrajarse el suelo mismo sobre el que se asentaba su cargo, se dispuso a abrir de nuevo el libro gordo de las buenas ideas, esta vez, debido a la situación de emergencia emergencísima, y como su predecesor años atrás, por la primera página del secretísimo epílogo...
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