Idioteces

Idioteces.Fuente Diario Público
Idioteces.Fuente Diario Público

Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal)

Desde hace ya algún tiempo el debate público mundial está lleno de idioteces que, cuanto más grandes son, mayor repercusión tienen. Algunas idioteces provienen de personas descerebradas cuya ignorancia va acompañada de una enorme carga de irresponsabilidad, a la que se suma la falta de consecuencias mediáticas y sociales. Aquí, uno de los mas claros exponentes son las idioteces del presidente de los Estados Unidos. Un ejemplo reciente son sus consejos sobre la posibilidad de inyectar desinfectante para curar el COVID-19. Pero Trump no deja de tener un cargo electo y cuenta con un enorme apoyo todavía. Es decir, en este caso el problema es que es un ignorante irresponsable. 

Pero hay otro tipo de idioteces que son el resultado de una medida intención de provocación. Aquí, el mayor exponente lo tenemos en el grupo de líderes políticos de la nueva ultraderecha mundial que componen la franquicia antimigratoria y sus idioteces sobre los migrantes. Decir que los migrantes en situación irregular no deben poder acceder al sistema sanitario en plena crisis del coronavirus es una idiotez. En una pandemia de este nivel la única forma de superarla es aspirando a que todas las personas estén sanas. Dejar a un colectivo fuera del control y del soporte del sistema sanitario es condenarnos a todas. Otra reciente idiotez es decir que las personas migrantes en situación irregular que puedan apoyar en la recogida del campo deben ser obligadas a hacerlo o ser expulsadas del país. No se puede obligar a nadie a trabajar en algo bajo coacción. Es como si decimos que todas las personas en búsqueda activa de trabajo de una región donde hay recolecciones, o trabajan en el campo, o se les quitan los apoyos al desempleo, por poner un ejemplo. 

El problema de estas últimas idioteces es que además de idiotas son irritantes. Pero son solo eso, molestas, porque en ningún caso tienen sentido alguno. Sin embargo están diseñadas de un modo tal que resultan indignantes para un amplio grupo de personas listas, que ven en ellas una posible amenaza. Esto es comprensible cuando vemos que se registraron varios casos de intoxicaciones por lejía tras el discurso de Trump sobre el COVID-19. Si la gente es capaz de creerse que bebiendo lejía pueden matar un virus, pues obviamente se puede creer cualquier otra idiotez. El problema es que cada vez que la gente lista expresa públicamente su indignación sobre las idioteces antimigratorias, normalmente lo que hacen es elevarlas en el discurso público, otorgándoles un espacio que no deberían tener por ser un absoluto sinsentido. Las idioteces pasan de ser completas bobadas a convertirse en marco de debate construido sobre unos mimbres absurdos. Así es como los grupos de la franquicia antimigratoria han ido haciéndose fuertes en el espacio público europeo: a base de provocar a los líderes de opinión, sacándolos de sus casillas con idioteces, y colocándolos en un espacio narrativo en el que no pueden ganar porque no existe debate posible. Debatir sobre una idiotez no es viable porque todo se reduce a un choque de egos en el que tema es ver quién tiene más seguidores que le dan dan la razón. 

Cualquier razón tiene seguidores. Cualquier argumento tiene apoyos. El tema no está en sentir el poder del apoyo de aquellas personas que piensan como tú. El reto está en conseguir también el apoyo de personas que a priori o no tenían una opinión antes de escuchar los argumentos esgrimidos en el debate, o cuya opinión puede cambiar si los argumentos expuestos les cuadran. Cuando un líder de opinión o un colectivo se dirige a las audiencias, tiene que saber muy bien qué quiere conseguir. Siempre debe recordar que tiene una gran responsabilidad puesto que puede cambiar los términos del debate público y por lo tanto abrir o cerrar puertas de ciertos cambios sociales. Aquí es donde entran las idioteces y los egos. Parece que últimamente prima más el buscar el apoyo de todas las audiencias amigas que conseguir realmente abrir un espacio de discusión sosegado e inclusivo. Y en este marco las idioteces triunfan y los que las lanzan lo saben. 

Hace ya tiempo que las audiencias en la mayoría de los países del norte están compuestas en su mayoría por personas indecisas o ambivalentes. En el informe de nuevas narrativas de la Fundación porCausa se explica con detalle cómo este grupo de personas tienen valores sociales sólidos pero están desbordadas por el miedo y la incertidumbre. Las indecisas tienen que decidir entre opciones sociales o políticas qué les generan sensación de seguridad y otras que implican un esfuerzo colectivo por el bien de comunidades en las que no se sienten incluidas. El dilema permanente es nosotros o ellos. Y hay que recordar que él nosotros incluye a familiares y personas queridas por las que esas personas darían su vida. Esa es la audiencia objetivo a la que hay que dirigirse si realmente se quiere conseguir un cambio social, porque es la audiencia más amplia y porque no tiene una opinión radical. Para llegar a esas audiencias hay unas reglas básicas: la primera es no responder a las idioteces; la segunda es escuchar lo que estas personas tienen que decir y entender cómo se sienten; y la tercera es no querer tener razón en todo. Es decir, que si realmente hay un interés por el bien común, hay que dejar el ego de lado. 

En plena crisis del COVID-19 vivimos un momento excepcional que trae consigo una enorme ventana de posibilidades de cambio. Pero para aprovechar este momento hay que recordar que los cambios sociales sólidos se producen paso a paso. Una victoria tras otra, y siempre desde la humildad y buscando el consenso. Dejémonos de idioteces y empecemos a pensar qué queremos realmente, proyectándonos en el futuro que sea mejor para todas las personas, con responsabilidad y sin ego. Vayamos sembrando y recogiendo con amor. Se pudo antes, se puede ahora.