Diana Moreno (@_diana_moreno_)
- El proyecto Familia Grande, de las fundaciones Música Creativa y Raíces, fomenta el empoderamiento de jóvenes en situación de vulnerabilidad permitiéndoles expresar, a través de canciones, sus vivencias e historias.
Si cada persona en el mundo hablara un idioma distinto, aun podríamos entendernos a través de la música. Cuando cada vez hay más barreras, banderas y diferencias, la música y el baile son capaces de conectarnos. Eso debieron pensar los creadores del proyecto Familia Grande, una iniciativa de la Fundación Música Creativa en colaboración con Fundación Raíces, dentro de la convocatoria Art for Change de Fundación la Caixa, y en el que participan chicos y chicas que llegaron a España solos siendo menores de edad.
Hay cosas que todos los adolescentes tienen en común, y no importa su origen, su historia o su color de piel. Un adolescente que esté lejos de casa va a extrañar a su familia, a su madre. De hecho, al entrar en el ensayo del concierto que ofrecieron en diciembre de 2020 en el CaixaForum de Madrid, la primera imagen fue la de un chaval en el escenario explicándole este sentimiento, micrófono en mano, a ritmo de un hip hop pausado, a una audiencia aún vacía: "Mamá / aunque la vida es dura / ni una noche / ni un día sin pensar en ti".
Todos tienen historias distintas, pero también cosas que les unen: la pasión por la música es una. "A mí, donde hay música, allí voy", ríe Kamite, uno de los jóvenes participantes.
Familia Grande (el nombre del grupo, elegido por ellos mismos) es un proyecto que fomenta el empoderamiento de estos jóvenes en situación de vulnerabilidad. Pero también algo más: un espacio donde la visión artística de músicos de distintos estilos se fusiona con la de estos chicos y chicas, y estilos como el trap, el soul, el hip-hop o el pop se encuentran con sus raíces africanas. Es, por último, un lienzo donde estos chicos y chicas pueden narrar, a modo de letras de canciones, sus preocupaciones, vivencias e historias que con demasiada frecuencia son acalladas.
La música como herramienta de unión y autoexpresión
Para Kamite, el proyecto Familia Grande fue una oportunidad de aprender con profesionales: él había aprendido música de manera "casera", como explicó el pasado 13 de julio durante la proyección del documental realizado a partir del proyecto. "He aprendido de los mejores", dice. A quien señala es a Miguel Ruiz de Elvira, el director artístico del proyecto, quien reconoce haberse sentido más como un participante que como un profesor. "Hacer un disco no era el objetivo en sí mismo, sino el proceso", explica. "Hemos hablado, nos hemos conocido, parte del proceso fue conocernos, cada uno con lo que tiene en su mochila". El resultado: un buen puñado de canciones y melodías que han sido finalmente publicadas en un audiolibro. En sus páginas, la Fundación Música Creativa cuenta que, a lo largo del proceso, aquel grupo de jóvenes de diferentes orígenes se abrían e interactuaban a través de la creación musical conjunta:
"Las sesiones se fueron convirtiendo en un refugio de experimentación en el que todos se sentían cada vez más cómodos y libres para compartir motivaciones personales, circunstancias, talento, visión artística y sobre todo sueños de futuro. Incluso en situaciones donde las barreras lingüísticas o circunstanciales podían limitar la continuidad o la capacidad de participación, la música ha demostrado servir como lenguaje universal conectando realidades muy diferentes y haciéndonos entender que compartimos mucho más de lo que en un principio hubiéramos podido imaginar".
El audiolibro incluye canciones en francés, español y wolof escritas por los chicos y chicas participantes, que llaman a vivir el momento, a seguir el camino propio con calma y con paso firme, canciones contra las guerras y las injusticias, o que cantan al amor, la familia y la alegría propia del continente africano. "A veces bailo y mis amigos simplemente no saben de dónde viene mi alegría. He visto lugares en África que, aunque haya guerras, con la música hay paraíso", dice Kamite.
También, expresan las decepciones e injusticias a las que se han enfrentado a una edad muy temprana de la vida. La canción "solo" habla sobre lo que es sentirse solo y extranjero en tu propio país, y trata sobre el viaje que hace uno para cambiar dicha situación, explica Oussama, su creador, en el audiolibro: "Se dice que la diferencia entre un pájaro y un africano es que el pájaro vuela para poder emigrar, no obstante el africano emigra para poder volar".
Un refugio de tolerancia
Para Kamite, la experiencia ha supuesto mucho a nivel musical y de formación, pero sobre todo a nivel emocional: "Yo me acuerdo de cada minuto que he estado ahí con los chicos, de lo que hemos aprendido, lo que hemos compartido. Teníamos gente de todas partes: jamaicanos, nigerianos, marroquí, Costa de Marfil... es un mundo".
Sheriff Hydara Jallow, otro de los jóvenes participantes, cuenta que ha habido una parte familiar: "Allí dentro no había diferencia ni de color, ni de hombre o mujer, nada. Queríamos lo mismo, queremos la música, ser feliz".
"La música nos hace más empáticos, nos hace comunicarnos mejor, es capaz de derribar barreras", opina Laura Poggio, de la Fundación Música Creativa. "En el universo entre artistas y músicos se está más acostumbrado a no tener este tipo de barreras. Los músicos tocan con muchas personas diferentes y da un poco igual, la tarjeta de identidad es el instrumento. No importa qué idioma hables, de dónde vengas, el color de la piel".
Para ella, es gratificante ver cómo podemos cambiar la visión que se tiene en este país, y en Europa en general, sobre estos chavales que cuando son menores vienen solos "y que no solo no les ayudamos sino que les hacemos estar más solos aún y les criminalizamos".
Un viaje lleno de muros
Sheriff y Kamite llegaron a España siendo menores de edad y sus odiseas son similares.
Kamite habla de su viaje, plagado de obstáculos: falta de oportunidades a la que se enfrentan los adolescentes como él, la dificultad para encontrar empleo, la pericia que es sobrevivir, el acoso policial o los muchos chicos y chicas como él que no han salido adelante por todo ello. "Fue un infierno", cuenta.
La experiencia de Sheriff no fue mejor. Salió solo de Gambia con 16 años, y llegó a España arriesgando su vida en una patera para encontrarse con un país que le reconoció, erróneamente, como adulto. Para él, los grandes obstáculos de su experiencia migratoria son el idioma y los papeles: "Sin papeles no puedes hacer nada, te van a considerar uno más pero no vale para nada porque no puedes estudiar, no puedes trabajar, no puedes hacer nada. También [afecta a] dónde vives, dónde duermes... hay muchísimos chicos que duermen en la calle".
"No necesitamos mucha ayuda", reconoce. "Alguien que ha cruzado el Mediterráneo, el desierto para llegar hasta aquí no necesita mucha ayuda para sobrevivir, solo necesita unos papeles para estudiar o trabajar. No hemos llegado hasta aquí para hacer cosas malas, hemos llegado aquí para buscar un futuro mejor, si lo hubiera en nuestro país no hubiéramos venido".
El derecho de los jóvenes a soñar
Esas dificultades, que Sheriff definió como "papeles", María Areces, de la Fundación Raíces, las considera una "frontera invisible": unas políticas migratorias impuestas desde los gobiernos y que obstaculizan, en ocasiones, el ejercicio de los derechos más básicos de estos chicos y chicas: desde la educación, la formación y la atención sanitaria, hasta también el ocio.
"Nos parece importante destacar que junto a esa intervención social es importante incidir en las causas de esas vulneraciones", añade, desde la experiencia de una fundación que lleva más de 15 años acompañando a estos chicos y chicas.
María cree que la capacidad de soñar es inherente a toda persona, y especialmente importante en la juventud. El proyecto, dice, les ha permitido "utilizar la música para expresar sus emociones, vivencias y experiencias, despojados de todo eso que existe a su alrededor, que se ha ido construyendo negativamente, y que fuera del espacio de la escuela tienen que enfrentar cada día de su vida".
También señala que es importante la capacidad de imaginarse como artistas, poder soñar con ser músicos: "Creo que la realidad a la que se enfrentan ellos y ellas, peor en general los niños y niñas que llegan solos a España, es muy difícil, está llena de obstáculos. Continuamente reciben un mensaje de que no pueden hacer determinadas cosas, no pueden ser quien ellos son, no pueden acceder a sus derechos en las mismas condiciones que el resto de niños y niñas", observa. "Proyectos como este crean un espacio donde esta realidad se puede dejar de lado, aunque sea momentáneamente".
Comentarios
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