No te imaginas lo que te ha quitado el 11-S

Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal)

  • El atentado fue la excusa para crear una narrativa del miedo a través de la cual se ha justificado la privación de libertades individuales y colectivas

Por aquella época llevaba traje. En Bruselas, recién acabada la carrera, nadie me iba a respetar sin mi chaqueta gris y mi atuendo impecablemente convencional business oriented

Estaba en una comisión de medio ambiente en el Parlamento Europeo. Me vinieron a buscar y me sacaron de la sala. Vimos en directo el segundo impacto que confirmó que se trataba de un ataque y no de un accidente. Al poco rato desalojaron el Parlamento Europeo. 

Recuerdo perfectamente la sensación de estar viviendo el ocaso de una época y el principio del fin; algo había muerto para siempre, no sabía que era, pero lo sentía en las entrañas. Durante días estuve esperando que un suceso terrible tuviera lugar. Pero nada determinante pasó. Se inició una invasión en un país lejano, hubo más atentados, pasaron cosas, sí, pero no tuve la sensación de que mi vida cotidiana se viera significativamente afectada por el 11-S. 

Con el tiempo dejé de usar traje de chaqueta. En el año 2016, en pleno éxodo sirio, cierre de fronteras, triunfo del Brexit y elección de Trump como presidente de Estados Unidos, la migración se convirtió en el eje principal de mi trabajo. Donald Trump quería construir la parte del muro fronterizo con México que no estaba edificada y había convertido ese objetivo en uno de los reclamos principales de su campaña electoral: Let’s build that wall. La realidad es que ese muro ya existía en forma de desierto infranqueable, una barrera física muy superior a cualquier estructura de hormigón. Como me explicó la arquitecta y artista Lucía Gutiérrez, el muro era una mera simbología que representaba una barrera narrativa entre aquellas personas que se encontraban en uno y otro lado del mismo, los de fuera y los de dentro. Ahondando en este hecho aterricé en un trabajo de la Universidad de Quebec sobre la securitización de las fronteras. Antes del 11-S apenas había en el mundo 20 muros que separaban fronteras. En el año 2016 ya eran más de 50 y actualmente rondan los 80 muros. Muchos de esos muros son tan innecesarios por ineficaces como el que quería construir Trump. 

Argumentando que los ciudadanos occidentales estamos en peligro de ser atacados por otros, los gobiernos han puesto en marcha sistemas de control inaceptables cada vez más sofisticados y  agresivos

La realidad es que 20 años después del ataque a las Torres Gemelas sí soy capaz de identificar claramente qué mundo se acabó con el 11-S y cómo ha afectado lo que sucedió a nuestra vida cotidiana. El 11-S fue la excusa para crear una narrativa del miedo a través de la cual se ha justificado la privación de libertades individuales y colectivas. Argumentando que los ciudadanos occidentales estamos en peligro de ser atacados por otros, los gobiernos han puesto en marcha sistemas de control inaceptables que cada vez son más sofisticados y más agresivos. No solamente se trata de que no podamos llevar líquidos en los aviones, sino de que aceptemos que nos hagan pasar por un scanner o que nuestra identidad quede registrada digitalmente y se puedan monitorizar todos nuestros movimientos entre países. En esta escalada también se está permitiendo que se desarrolle sin control un cuerpo armado europeo, FRONTEX, que tiene la potestad de actuar en todos los países miembros. La inversión en sistemas de control y represión del movimiento de las personas se multiplica cada año en todo el mundo financiando, con dinero público de nuestros impuestos, a una industria compuesta por empresas privadas. Para justificar todo esto, gobiernos y corporaciones siguen alimentando el mencionado discurso del miedo, llegando a desarrollar un discurso de odio cada vez más popular y más agresivo. 

En este contexto, las personas de este mundo occidental que nos parece tan amable no solo no podemos movernos libremente, sino que estamos prisioneras de esa falsa seguridad que nos proporcionan los gobiernos y ejecutan las empresas. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos cuentan que en China es obligatorio el escáner facial en las ciudades, pero vamos derechas a replicar ese ejemplo. La crisis del COVID ha aportado el ingrediente de tristeza a esta receta que está dejando a millones de personas deprimidas, sin que sean muy conscientes de por qué se sienten tan inseguras y tan desgraciadas. Incapaces de surfear en la incertidumbre que inició su andadura en 2001, los ciudadanos esperan que alguien haga algo para sacarles de ese espacio oscuro en el que se sienten enterrados y se debaten entre opciones distópicas que incluyen unirse a otros para odiar a unos terceros. 

El 11-S nos ha quitado libertad, amor y comunidad. No ha sido de la noche a la mañana sino poco a poco, como una gota malaya, socavando imparable la humanidad de nuestra cultura.