Posibilidad de un nido

No es crispación, es decencia

Tú coges una naranja y la partes por la mitad. El resultado son dos partes de una naranja. Dos partes opuestas y complementarias. La una es, en puridad, igual a la otra, son lo mismo. Afirmar que a un país o a una sociedad le pasa eso, además de una idiotez es un acto nada inocente de simplificación. Las dos Españas y demás.

Antes de las elecciones chilenas, los medios de comunicación se empeñaron en machacarnos con la idea de que Chile era un país "dividido en dos partes", "partido por la mitad". Hablaban de una sociedad "fracturada" en dos piezas enfrentadas. La naranja. Como se ha visto, no es verdad. Tampoco lo era cuando lo publicaban. En Chile hay un sector de la población, minoritario como se ha demostrado, de extrema derecha y, en gran parte, nostálgico de épocas violentas. Enfrente tiene otro sector, la mayoría de la gente, que defiende los derechos humanos, la igualdad, el feminismo, la lucha contra la injusticia.

En España, mal que les pese, sucede lo mismo. Las "dos mitades" chilenas no forman parte del mismo todo, no son complementarias. En España tampoco. Sin embargo, aquí cunde últimamente una insistencia tibia en que la sociedad española está "crispada". Se habla de "un país de extremos" y de que en este momento está sucediendo algo que denominan "cultura del enfrentamiento". Insisten e insisten en lo de los "dos extremos" como si fueran dos mitades de la naranja. En definitiva, enfrentan e igualan la extrema derecha con lo que denominan "extrema izquierda", lo cual parece un argumento francamente reaccionario.

Para empezar, en España no existe en este momento la extrema izquierda, al menos no con representación parlamentaria o con presencia siquiera difusa en los márgenes. Es de suponer que con tal término deben de estar refiriéndose a la vicepresidenta Yolanda Díaz, "la comunista", o así, punto tal que sonrojaría incluso a la patronal. En España existe la extrema derecha, tanto política como sociológica. No solo existe la extrema derecha, sino que supone la tercera fuerza política más votada en las últimas elecciones y ha pasado de un plumazo de no tener representación en el Parlamento a sentar a más de medio centenar de indeseables.

Todos y todas aquellas que llaman a "bajar el tono", que se escandalizan en lo que llaman "crispación por ambos lados", harían bien en revisarse la naranja. Frente a la extrema derecha, y sin nada que ver con ella cualitativa ni cuantitativamente, existe un sector de la población que pelea por la dignidad, los derechos de todas y de todos, por la decencia y para que no se olvide de dónde viene el partido ultra y sus acólitos, de dónde procede el dinero que lo sostiene y cuáles son exactamente sus intenciones.

Por supuesto, dichas gentes, las que luchan contra las desigualdades, la violencia, el racismo, el machismo, son contundentes. Ojalá lo fueran más. Ah, pero a los de la naranja partida les parece que hacen demasiado ruido y que forman parte de "la crispación". O sea, que son corresponsables. Más sosiego, piden, más tranquilidad. Y mientas parten fruta en su sillón, la ultraderecha coloca sus peones en el Gobierno de la Comunidad de Madrid, en el de Andalucía, el de Murcia y dentro de nada en el de Castilla y León, por no hablar de la posibilidad de que acaben formando parte del Gobierno de España. Pero a ellos el ruido de quienes se parten el lomo para denunciar este estado de las cosas les molesta.

Se extiende en editoriales, tribunas, artículos de opinión y entrevistas en teoría bienintencionadas la equiparación de dos mitades iguales y complementarias en España cuyo fruto es "la crispación" de marras. La crispación, señores y señoras del naranjal, la montan la derecha extrema y la extrema derecha. Los que tienen enfrente son sencillamente gentes decentes que denuncian el peligro que corre este país al dar alas a los partidos que enarbolan la violencia. Sin duda, cada vez resulta más necesaria la contundencia.

Recomiendo a los que no participan de esa lucha por la dignidad y los derechos, a los tibios y las tibias que necesitan algo que llaman "bajar el tono", que creen que los ultras y la gente decente y luchadora por derechos y libertades son lo mismo, les recomiendo que se hagan un zumo y después no vengan con sus "cómo no lo vimos venir".

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