Posibilidad de un nido

El verano de mis 13 años 

Verano Azul (1981).
Verano Azul (1981).

En mi verano de los 13 no se hablaba de cuerpos diversos ni de gordofobia, todos los anuncios de bikinis y bañadores estaban protagonizados por modelos esqueléticas y yo vivía debajo de una toalla. Mi verano de los 13 fue el de 1981 y Felipe González aún no había ganado las elecciones, el jaco rondaba los garitos de playa de los chicos mayores más atractivos y las parejas de chicas o de mujeres olían al azufre del infierno de siempre. Mi cuerpo estaba en pleno cambio. Las tetas ya crecidas parecían un desajuste en un cuerpo grande, muy grande, pero aún infantil, sin caderas.  

Fue el año del atraco al Banco Central y la aprobación de la Ley del Divorcio, dos hechos sin aparente conexión pero que algunos alrededores familiares usaban para explicar que España, sin Franco, se estaba convirtiendo en un sindiós. No sabíamos nada. Yo no sabía nada a los 13 años. La diferencia entre la información que han manejado mi hijo y mi hija a esa edad y la que manejaba yo es abismal. No era solo la falta de canales, que también, se trataba sobre todo de la falta de costumbre. Nos hemos olvidado, pero esta rutina de informarse tanto es muy nueva, de hace nada. Y no me estoy refiriendo a cuestiones periodísticas o de actualidad.  

Leía, leíamos. Lo digo sin nostalgia. Leíamos libros con voracidad, novelas, cuentos, cómics, panfletos, y también ojeábamos revistas porno que algunos adultos, padres de mis amigas, escondían en algún cajón de la mesilla de noche o bajo las toallas del cuarto de baño. Mi casa era un hogar de derechas, conservador y católico a ultranza. En mi colegio de entonces, el Sagrado Corazón, o en los Jesuitas y los Marianistas, que eran los centros de chicos más cercanos, ya sucedían los abusos sexuales que ahora conocemos. Tengo muy cerca algún ejemplo. Tampoco eso parecía existir en mi verano de los 13 años. Ni la violencia de género. Existía, eso sí, la costumbre del silencio. 

Mi cuerpo de los 13 estaba hecho de silencios, miedos y complejos. Recuerdo aquella forma de sudar enrollada en la toalla antes de tirarla y saltar corriendo al agua rezando para que nadie hubiera visto mi carne avergonzada. The Bugles machacaban su Video Kill The Radio Star en todas las emisoras, pero nuestra radio seguía atufando a interminables retransmisiones deportivas, viajes en coche de fútbol insufrible y nada supimos en casa del Príncipe de Asturias a María Zambrano. Ni de María Zambrano, en absoluto. 

Desde un balcón de la granadina Costa Tropical veo ahora a un grupo de chavalas jóvenes en bikini jugando a la pelota, entrando y saliendo del mar, felices. No veo que ninguna se tape con camisetas grandes, pareos o toallas. Deben tener la misma edad que yo hacia 1981. Se me ocurre que quizás ese vivir su cuerpo sin complejos desemboque en una vida mejor. El cuerpo es mucho, o todo. En el cuerpo empieza lo que somos. Por lo pronto, en su caso, un montón de cuerpos distintos celebrando el verano, el calor y la primera juventud. Brindo por ellas, mucho.  

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