Pitar al himno y al rey puede salir muy caro, hasta el punto de que la Audiencia Nacional, que debe de ser que no tiene cosas mejores que hacer, considera oportuno exigir responsabilidades criminales a quien apoyó y animó a través de sus redes sociales a la pitada al himno español en la final de la Copa del Rey de 2015.
Según el magistrado Fernando Andreu, las acciones llevadas a cabo por Santiago Espot, presidente de Catalunya Acció y excandidato a la alcaldía de Barcelona, pueden ser constitutivas de delitos de injurias al rey y de ultraje a España.
¿Qué hizo el susodicho? Escribir en Facebook de Catalunya Acción un manifiesto titulado Por la pitada al himno español y al rey Felipe de Borbón, proponiendo ese ejercicio que, a mis ojos, no es más que una manifestación de la libertad de expresión. A través de este mismo canal se anunció que, para apoyar la acción, se repartirían silbatos.
¿De veras andamos tan sobrados de recursos en la Justicia española que andamos con asuntos de este calado? Diga lo que diga el Código Penal, desde mi punto de vista, es una soberana estupidez. Haríamos bien en ir sacudiéndonos ese sentimiento casposo de patria, esa simbología que nos ha hecho más mal que bien a lo largo de la historia.
Que una persona pite al himno o al rey debería poder ser objeto de crítica del mismo modo que quien cuando lo escuche o esté en presencia del Borbón se cuadre o pose su mano en el pecho. En ambos casos, son manifestaciones de la libertad de expresión y obligar a una de ellas o impedir la otra cercena de raíz esa libertad.
El rey y l@s monárquic@s han de encajar de una vez por todas que cada vez somos más los que no queremos al monarca, a los que la Casa Real ni nos infunde afecto ni respeto, porque la sentimos como una imposición que choca frontalmente con la Democracia. Durante décadas nos han ocultado que el mismo Adolfo Suárez bloqueó un referéndum sobre la monarquía porque el Gobierno tenía datos que pronosticaban el NO.
Durante todos esos años, además, se nos ha impedido llevar a cabo una consulta que ponga a prueba si queremos un régimen monárquico o no, en el que por el mero hecho de "ser hijo de", te conviertes en Jefe de Estado. ¿Puede haber mayor ofensa a la Democracia?
Entonces, ¿por qué se impide a la ciudadanía que exprese de manera pacífica su oposición al rey? Lo mismo sucede con el himno o con la bandera de España. Siempre y cuando no se realice de una manera violenta, ¿qué derecho tenemos a impedir a una persona que reniegue de su país, aun cuando entre en contradicción (porque si no te gusta donde vives, lo más lógico que trabajar por cambiarlo o marcharte)? Ninguno. Diría, incluso, que la quema de una bandera o un retrato no debería ser delito más allá del hecho en sí de prender fuego en la vía pública, independientemente de que se queme eso o las fotos de tu último veraneo en Benidorm.
Cuando leo este tipo de noticias, no puedo evitar detectar cierta imposición. El rey, el himno y la bandera te han de gustar sí o sí, sino, es que no eres patriota. Y, como ya he referido en multitud de ocasiones, el sentido de patria, más allá del bienestar de las personas que componen ese Estado avalado por criterios de justicia social, me importa un pimiento.
Escuchar al mismo juez que llevó causas como la de Bankia que por pitar al himno se puede cometer un delito de ultraje a España, sencillamente, corrobora, una vez más, el largo camino que nos queda por recorrer para convertirnos en una democracia moderna y modélica.