No será trending topic ni se encontrará en las noticias más leídas de ninguno de los principales medios de comunicación, ni le dedicarán un minuto las tertulias periodísticas, pero debería merecer toda nuestra atención. Tras intensas negociaciones, la Unión Europea (UE) ha aprobado una misión para intentar frenar la entrada de armas en la guerra civil de Libia. Lo hará desplegando barcos y aviones. Mientras, desde Europa y, más concretamente, desde España, se envían toneladas de explosivos para alimentar el genocidio que está teniendo lugar en Yemen. La hipocresía no tiene límites.
Ayer se cumplían nueve años de la intervención de la OTAN que acabó con el régimen de Gadafi. Muerto el director, comenzó una guerra civil y un estado fallido que no ha levantado cabeza desde entonces. Si en la primera década de los años 2000 Europa fue el principal exportador de armas a Libia (10,7 millones de euros), fortaleciendo al dictador que luego había que eliminar, en la segunda década la UE no ha estado invitada.
Aunque es cierto que la UE ha reconocido el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), su apoyo real en esta guerra viene del lado de Turquía y Qatar. En el otro bando oriental, las Fuerzas Armadas Nacionales Libias (FANL) de Jalifa Haftar (colaborador de Gadafi) cuenta con el apoyo de Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Rusia y Jordania. Así las cosas, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, advirtió del riesgo de convertirse en irrelevante en el conflicto libio, dando vía libre a la influencia de Turquía y Rusia. ¿Cuál es la solución? Frenar la entrada de armas que estos países está realizando perpetuando así la guerra.
¿Por qué en Libia la UE frena la entrada de armas y, en cambio, contribuye a la masacre de Yemen enviado toda suerte de material militar? Alcanzada la paz en Libia se podrá retomar el verdadero motivo de la ofensiva militar de la OTAN hace una década: el gas y el petróleo. De hecho, uno de los motivos por los que hay fuerzas extranjeras enfrentadas, como es el caso de Turquía y Egipto, son las bolsas de gas en el Mediterráneo oriental.
En Yemen, en cambio, el negocio está en nutrir el conflicto con armamento, porque finalizada la masacre que ya lleva cinco años, el pescado estará vendido. Pese a los intentos de enmascarar aquel genocidio en los enfrentamientos islámicos entre sunníes y chiíes, lo cierto es que lo que realmente le interesa a Arabia Saudí es el petróleo. Y ese se quedará en casa, aunque a través del oleoducto proyectado por territorio yemení se comercializará vía el Golfo de Adén.
No hay que obviar, además, que si la UE consigue parar la guerra que contribuyó a crear en Libia, al negocio de armas que ha perdido le seguirá el de la reconstrucción del país, dónde se puede llevar un buen bocado. Hay analistas que estiman que los contratos para levantar de nuevo Libia pueden rondar el billón de euros y ahí, la Premio Nobel de la Paz, la infame UE, echará la zarpa.¿Y todavía hay quien pregunta por qué hay que refundar de pies a cabeza este club que deja tan de lado los Derechos Humanos, que mercantiliza con las personas?