Posos de anarquía

La serpiente de Mohamed VI

La serpiente de Mohamed VI
El rey de Marruecos, Mohamed VI.- AFP

La Plaza Jemaa El Fna de Marrakech siempre trae a la mente dos poderosas imágenes: la muchedumbre caminando de un lado a otro entre los puestos de naranjas y los curanderos y encantadores de serpientes. Lo que no acostumbra a contarse es cuántos de estos encantadores mueren al año por mordeduras de sus reptiles. Hace unos cuatro años, los seis minutos de agonía de un encantador después del beso mortal de su serpiente dieron la vuelta al mundo por las redes sociales. Mohamed VI parece en ocasiones encantador, pero en realidad es serpiente. Tras la nueva vuelta de tuerca al chantaje de Marruecos de ayer, queda saber si España y la Unión Europea se dejarán dar el beso de la muerte.

Mohamed VI es sanguinario, mezquino, ruin. Un monarca que sume a su pueblo en la pobreza mientras él nada en riqueza, que no duda en pisotear los Derechos Humanos (DDHH) a su capricho, se desenvuelve en la mentira con soltura. No es que no lo hubiera hecho ya -aunque, por las palabras de Pedro Sánchez, éste pareciera que se hubiera enterado ayer mismo-, pero el reconocimiento de que Mohamed VI puso en peligro a 10.000 personas en la frontera con Ceuta para presionar a España con el Sáhara Occidental retrata cuán venenosa es la serpiente alauita.

Tratar de poner en jaque a España con la cuestión saharaui comparándola con la catalana sólo puede darse en una mente enferma y fanática como la de Mohamed VI. Las diferencias entre ambas son absolutas, comenzando porque el hecho de que Catalunya forma parte de España pero el Sáhara Occidental no de Marruecos. Fue el reino alauita el que invadió ilegalmente el Sáhara Occidental, el que ha hecho caso omiso de sentencias del Tribunal de La Haya que niegan su soberanía sobre este territorio, el que con su danza sibilina ha embaucado a Europa durante más de cuatro décadas y ahora a ésta le explota en la cara.

Como apuntaba hace unos días, el reto de España y Europa es ahora mayúsculo y va mucho más allá de un par de frases elevando el tono. En unas semanas es posible que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sentencie que la UE ha vulnerado la legalidad al incluir en sus acuerdos comerciales con Marruecos productos procedentes del  Sáhara Occidental. Dado que este territorio no forma parte de Marruecos, se estarían esquilmando ilegalmente recursos naturales saharauis.

La sentencia debería ir en esa dirección, como de hecho ya lo hizo hace años una sentencia referida sobre los acuerdos de pesca que, posteriormente, se confeccionó a medida de Marruecos, incluyendo la condicionalidad de que parte de los beneficios que obtiene el reino alauita debía ser revertida en la población saharaui. No sólo no ha sido así, sino que la represión y la vulneración de la población saharaui se ha incrementando, habiendo roto el alto fuego el pasado 13 de noviembre.

El Gobierno de España y la UE no deberían volver a dejarse besar por la serpiente de Mohamed VI, porque su ponzoña es mortal. Deberían mirar más a la sociedad civil y cómo mientras Marruecos patrocina una inaudita querella contra el líder saharaui Brahim Ghali, tratando de desacreditar su imagen, en el hospital de Logroño no dan abasto para almacenar ramos de flores de apoyo llegados de toda España.

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