Posos de anarquía

Mentirosos ante el bufé de lo público

Mentirosos ante el bufé de lo público
Fernández Mañueco anunciando el adelanto electoral. - R.García/EFE

El adelanto electoral en Castilla y León al próximo 13 de febrero nos devuelve lo peor de la política: tramas, mentiras, conspiraciones, manipulación... en definitiva, estrategias que dejan al margen a la ciudadanía, sumiéndola en el desconcierto, alimentando las hinchadas irracionales. Cuando uno asiste a victorias como la de Gabriel Boric en Chile siente envidia sana, no sólo por la talla del político y las esperanzas que despierta, sino por la respuesta social que lo arropa, tanto en cantidad como en calidad. En España estamos muy lejos de eso. Escuchar a unos y otros en la trifulca electoral que se libra ahora en Castilla y León desmotiva, desilusiona.

Creer al presidente Alfonso Fernández Mañueco es complicado; se ha presentado como víctima de una moción de censura en ciernes pero, si no se asestó aquel golpe cuando se truncó la de Murcia, cuando el momento era mucho más propicio, ¿por qué Ciudadanos iba a traicionarle ahora? Si a ello le sumamos, además, la lista de investigaciones abiertas por presunta corrupción, la credibilidad de Mañueco se desploma.

Esta circunstancia, sin embargo, no deja en mejor lugar al bando naranja. El ya exvicepresidente Francisco Igea niega la mayor, asegurando que dormirá a pierna suelta, como si en este país los mentirosos durmieran con desvelo (lo que hay que oír). Ciudadanos está en proceso de extinción, es un hecho, tanto, que la propia Inés Arrimadas se aferra a una coalición electoral en Andalucía para no desaparecer del todo como le ha sucedido en Madrid. Así las cosas y viendo la calaña en ese partido, tampoco sorprende que unilateralmente y sin el beneplácito de Arrimadas, en Cs Castilla y León hubieran tratado de asegurarse los garbanzos al calor del fuego con la olla exprés de una moción de censura.

Ambas posibilidades son perfectamente factibles; si las aderazamos con condimentos de política nacional, el puchero de desconcierto termina por ser incomestible, casi prefiriendo el ayuno... Y digo "casi" porque el votante de derechas tiene mayores tragaderas que el de izquierdas, que es más propenso a ausentarse de las urnas, cambiándolas por una tarde de película si llueve o de cañas si hace sol.

El experimento en Madrid le salió muy bien a Isabel Díaz Ayuso: salió reforzada. Quizás Mañueco quiere clonar la misma estrategia, aunque parece evidente que desde Génova se le ha sobreestimulado para ello. Hay que ir achuchando el avispero electoral y antes de hacerlo en un plaza tan importante como Andalucía -en donde Juan Manuel Moreno incumplirá su acuerdo por escrito con Cs de terminar la legislatura, lo que ya dice mucho de su estofa-, hay que hacer boca en Castilla y León. Dos victorias consecutivas ayudarían a Pablo Casado a fortalecerse, aunque parece poco probable que aún así consiga apagar los focos sobre Ayuso.

El resultado de todas estas cavilaciones es nefasto y la gran pregunta es: ¿dónde queda la ciudadanía? Pues, en realidad, donde parece merecer, porque volviendo a Chile, ¿cuándo se ha movilizado de ese modo la sociedad española? La política es un círculo vicioso en el que los partidos y ciudadanía se retroalimentan. El problema, quizás, es que en España se retrointoxican: el electorado narcotizado que tolera con indiferencia generalizada los desvaríos y abusos políticos o, aún peor, que los jalea como un hooligan; la clase política que se envilece cada vez más, sintiéndose impune ante un bufé libre de lo público. Y así nos va, que a veces nos quedan migajas y creemos que son un manjar porque es menos que nada.

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