Posos de anarquía

Balas en un desierto deshabitado

Balas en un desierto deshabitado
Vista general del embalse de Entrepeñas, en Guadalajara, completamente seco en el verano de 2017. - Philippe Marcou / AFP / Archivo

Pedro Sánchez y su intención de duplicar el gasto militar en España se da de bruces con su socio de gobierno y con la mayor parte de la ciudadanía española, que según el último barómetro del CIS, no sólo rechaza este incremento, sino que preferiría una disminución. Este aumento del gasto militar, con el que se alinea el resto de Europa al dictado de la OTAN, también choca frontalmente con el suspenso de la Unión Europea (UE) en una lucha que lleva produciéndose hace muchos años y perdemos estrepitosamente: la que se libra contra el cambio climático y en la que la UE ha gastado un 7% menos de lo comprometido.

Saber escoger las luchas que uno libra no siempre es posible. La que nos enfrenta  con la realidad del Planeta, la que nos planta frente a un cambio climático que ya está haciendo estragos en el mundo y ha generado más millones de desplazados y refugiados que cualquier guerra, lo ha demostrado y nos sigue ganando la partida. Durante demasiadas décadas los negacionistas nos han gobernado; ahora dicen no serlo y ha transcurrido tanto tiempo que la excusa de haber sido cogidos con el paso cambiado ya no cuela.

Pedro Sánchez no es una excepción; otros gobiernos europeos han ido endureciendo sus discursos belicistas de incremento del gasto militar barnizándolo con mensajes de paz. A ninguno de estos mandatarios habrán oído hablar de aumentar el gasto para la lucha contra el cambio climático. No ha sido por boca de ningún presidente europeo o de algún cargo superior de la UE por quienes nos hemos enterado de que el objetivo de invertir en esta lucha el 20% del presupuesto para el periodo 2014-2020 se ha quedado anclado en el 13%, esto es, cerca de algo más de 70.000 millones euros de menos.

Así lo ha determinado el Tribunal de Cuentas Europeo, que con sus datos contradice a la Comisión Europea que pomposamente se había jactado de cumplir con el 20%. Con este incumplimiento y, lo que aún es peor, con el anuncio falseado para ocultarlo, queda más que en entredicho el nuevo objetivo de destinar el 30% del presupuesto entre 2021-2027.

Se trata de una guerra mucho más importante que cualquiera de las nonatas contra las que nos quieren proteger los mandatarios con más armamento, porque lleva años cobrándose millones de vidas en todo el mundo e hipotecando la de quienes seguimos vivos. Sólo en España y según informes del mismo Ministerio de Transición Ecológica (MITECO), el 74% de nuestro país se encuentra en riesgo de desertificación. Para cuando se quiera dar cuenta Sánchez, sus fusiles dispararán balas en mitad de un desierto deshabitado.

El pasado no tiene solución pero echar la vista atrás sirve para no caer en errores futuros. En este sentido, si se hubieran hecho bien los deberes, Rusia no habría sido tan poderosa en esta guerra de Ucrania y las sanciones contra su petróleo que se han aprobado de manera tan penosa ni siquiera habrían sido necesarias, sencillamente, porque no existiría tal dependencia.

Esta necesidad enfermiza de combustibles fósiles hace mucho tiempo que debería haberse atajado con una apuesta decidida por las energías limpias, pero tampoco ahí se han querido hacer los deberes. Revisen quienes poseen las grandes reservas de estos combustibles -China, Rusia, Arabia Saudita, Estados Unidos- y entenderán por qué este reemplazo no se ha producido con la diligencia que se debiera: se produciría un cambio en el orden mundial o, al menos, en el sistema de contrapesos.

Esa lucha contra el cambio climático reduciría buena parte de los conflictos que se libran en todo el globo, pero la mirada interesada y cortoplacista de los poderes políticos y económicos lo obvian. Ver ahora cómo en nuestro país la banca ya se está enriqueciendo a manos llenas a costa de los planes de rehabilitación energética de las viviendas que ayudaron a construir sin criterios medioambientales es descorazonador. El consuelo es que, al menos, se reduce el impacto negativo que estamos generando en el Planeta, pero escuece saber que con ello llenan sus arcas de quienes, además, son grandes inversionistas en armamento. Ya saben, la banca siempre gana, aunque la lucha contra el cambio climático no sea una ruleta precisamente.

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