Son tiempos de elecciones y muy mala época para caer en errores que le saquen a uno los colores. El pasado martes fue el turno de la izquierda, que cometió otro sonoro patinazo, amplificado por el hecho de que su autor fue el mismo Gobierno de España. Lanzar un plan de empleo para Andalucía a tres días del inicio de la campaña electoral y dotarlo, además, con apenas 50 millones de euros, es de un descaro supino. No era necesario hacer tal cosa para que en Andalucía nos diéramos cuenta de que la miseria y el desempleo campan a sus anchas.
El PSOE y Unidas Podemos (UP) nos tienen acostumbrados a deslices de esta naturaleza, pero he de admitir que sorprende el hecho de que éste se ejecute desde el ministerio que lidera Yolanda Díaz, tan cabal ella. El colmo del descaro se consuma con la coincidencia de este plan con el anuncio por parte de Por Andalucía, la coalición de izquierda que avala Díaz, de un plan de choque contra el paro. Blanco y en botella, que decía mi profesor de filosofía en el instituto.
Así pues, tiene Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) motivos sobrados para recibir esta plan de empleo del gobierno central con suspicacia, agradeciendo la contribución pero ironizando sobre su oportunismo en el tiempo. Se equivoca, sin embargo, en apuntar que 50 millones de euros es un presupuesto escaso para una Comunidad Autónoma de cerca de 8,5 millones de personas... para lo que realmente es escaso es para atajar la segunda mayor tasa de desempleo de toda España, pues con un 19,43% sólo se encuentra por detrás de las Islas Canarias, con un 20,30%.
Ocultar ese dato y ampararse en los 8,5 millones de habitantes es un subterfugio más a los que esta clase política nos tiene habituados. El mismo que ha intentado el Gobierno con este plan, queriendo proyectar la imagen de que tanto PSOE como UP son buenos para Andalucía y, de paso, sacando a relucir los malos datos de empleo de esta región. Y de nuevo, la manipulación, porque lo que no transmite interesadamente Díaz es que Andalucía, junto a Canarias y Extremadura, llevan liderando el ranking de regiones con las mayores tasas de paro durante la última década. No es, pues, un resultado único de la gestión de tándem PP y Cs, sino también de los gobiernos socialistas del pasado, en uno de los cuales Izquierda Unida (IU) fue su pareja de baile.
Resulta patético el modo en que unos y otros tratan de teledirigir a la opinión pública. Unos, con un plan de empleo más bien escasito, justo en el inicio de la campaña, olvidando los reproches del alcalde de Cádiz a Díaz durante la huelga del metal por no haber bajado a Andalucía en lo que llevábamos de legislatura. Otros, retorciendo las estadísticas para tratar de presentarse como un buen gestor.
Al cierre del primer trimestre del año, Moreno Bonilla no dudó en afirmar que Andalucía era la Comunidad en la que más había bajado el paro, con 45.900 personas menos en situación de desempleo. La cifra total no era para tirar cohetes, puesto que se situaba en casi 776.000 personas sin trabajo. ¿Mintió el presidente andaluz? No estrictamente hablando, pero no tuvo buena intención, eso seguro, comenzando porque en el gráfico que empleaba para reforzar su propaganda se indicaban 49.500 personas en lugar de 45.900.
Lo que hizo Moreno Bonilla para lanzar esa afirmación a los cuatro vientos fue utilizar únicamente la cifra absoluta de personas que encontraron trabajo, pero si se contrasta con la población, como debe hacerse, el número de parados cayó un 5,6%, lo que sitúa a Andalucía por detrás de la Cantabría (9,2%) o la Comunidad Valenciana (10,7%). Convenientemente torturada, la estadística siempre refleja lo que uno quiere.
Estos intentos torticeros en ambos frentes por arrimar el ascua a su sardina no han hecho más que empezar; en el ala de la extrema-derecha ni siquiera recurrirán a retorcer estadísticas, directamente mentirán como acostumbran. Especialmente en Andalucía, que es donde nos toca elegir gobernante en 19 días, vayan preparándose, hagan lectura sosegada de cualquier afirmación partidista y sí, por qué no, aprovechen para demandar cuanto deseen, que a efectos prácticos y más allá de lo que esté por llegar, una campaña electoral es lo más parecido a los Reyes Magos para la ciudadanía.