Francisco de la Torre (PP), el alcalde más longevo de España a punto de cumplir los 80 años, ha anunciado que luchará en las urnas por conseguir su sexto mandato consecutivo en el Ayuntamiento de Málaga. Resulta inevitable acordarse de Manuela Carmena, la que fuera regidora de Madrid, tan sólo dos años menor que él. Entonces, las comparativas eran habituales, pero mientras a él se le veía como incombustible, ella era cuestionada, planteándose si le quedarían fuerzas para una segunda legislatura o, incluso, si aguantaría todo el mandato. No se trata de izquierda y derecha, sino de hombre y mujer. ¿Conseguirá De la Torre mantenerse en la Casona del Parque?
Han pasado 22 años desde que De la Torre tomó el relevo de Celia Villalobos en la alcaldía y el popular siente que le quedan tareas pendientes por hacer y que sólo él puede realizar. Estas son las terceras elecciones en las que, de puertas para adentro, en el PP se pone encima de la mesa que al fin se jubile. Sin embargo, De la Torre se resiste y en las altas instancias del partido saben que con él es mejor llevarse bien. Una retirada por la puerta de atrás puede hacer mucho daño al partido. Con la elegancia y moderación en las formas que le caracterizan, De la Torre se revolvería como un animal malherido y a buen seguro que el PP malagueño saldría malparado.
Ya en el pasado, el ahora coordinador general del PP nacional, Elías Bendodo, intentó por todos los medios desplazar a De la Torre; se llegó a ver de alcalde, el iluso, pero no fue así. El resultado de aquel choque frontal fue que Bendodo salió despedido a Sevilla, rescatado por su amigo Juan Manuel Moreno que lo nombró consejero de presidencia. Ahora, incluso moviéndose en la esfera nacional, Bendodo sigue escocido, mucho. Es uno más de los cadáveres que guarda De la Torre en el armario.
22 años de mandato dan para mucho, entre otras cosas, para demoler centenares de edificios históricos para sembrar la ciudad de hoteles de lujo. Su máxima ha sido 'Málaga sin los malagueños', habiendo acabado con los barrios populares de la ciudad, tal y como se lo recordaba un cáustico informe de los propios técnicos municipales, que alarmaban por el modo en el que los malagueños y las malagueñas están siendo expulsados de la ciudad por la pésima gestión de la ordenación urbana.
Entonces, De la Torre llegó a afirmar que quien no puede vivir en la ciudad es porque no ha estudiado, porque cualquiera con estudios superiores encuentra un trabajo que se lo permita. Así de pegado está a la realidad de su ciudad. Y es que su talante de abuelo oculta una auténtica apisonadora neoliberal. La lista de anécdotas es de lo más variopinta, como aquella en la que, ante las denuncias de explotación del personal del museo Pompidou -cinco euros a la hora-, afirmó que si él echara cuentas de a cuánto se le paga la hora, saldría perdiendo... con sus 82.000 euros al año de sueldo; o cuando trató de confeccionar un concurso a medida para el teatro de Antonio Banderas.
Convertida la ciudad en una mezcla de parque temático y paraíso del turismo de borrachera y despedidas de soltero, De la Torre aspira a seguir gobernando y convertir a Málaga en la sede de Expo 2027, levantar un mamotreto de rascacielos de lujo en pleno puerto o acabar con un bosque urbano para construir otras cuatros torres, cuyos precios serán tan desorbitados que el éxodo de malagueños seguirá produciéndose.
Esa es, en realidad, una de la claves del éxito de De la Torre en las últimas elecciones: ya no le votan malagueños y malagueñas, le votan esos nuevos habitantes que han llegado de fuera, con las billeteras llenas y que poco o nada les preocupan la idiosincrasia de una ciudad que se ha perdido. Esas personas solo ven un buen clima en una ciudad costera, bien comunicada, en un litoral en el que el dinero y los trapicheos de altos vuelos llevan décadas siendo la norma ¿Cómo no van a votar a quién les ha preparado una ciudad a medida?
Este es uno de los motivos por los que Málaga tiene muy complicado sacar al regidor popular de la Casona del Parque. Otro es la oposición, claro, que no convence a la poca ciudadanía autóctona que resta en la ciudad. Si el nivel es reprochar a De la Torre que lleva toda la vida viviendo de la política, imaginen. Lo hizo Nicolás Sguiglia (Unidas Podemos), que tampoco es que tenga una vida laboral mucho más diversa, aunque no haya llegado tan alto.
Mucho tendrá que mejorar el ala izquierda del Ayuntamiento de Málaga si quiere imponerse en mayo de 2023. Su desafío no sólo pasa por convencer para que vote a la ciudadanía malagueña desencantada con la ciudad, sino también por atraer ese voto que De la Torre ha importado con sus rascacielos, sus hoteles de lujo, su cultura exclusiva y su ciudad fotocopia capital de las franquicias. El reto no es pequeño.