Posos de anarquía

Soy rey y bla, bla, bla

Soy rey y bla, bla, bla
Felipe VI volvió a inundar de topicazos su mensaje navideño. - Casa de S.M. el Rey

Cuando crees que un Borbón no te puede decepcionar más, lo consigue; ignoro cómo lo hacen, pero la saga tiene esa capacidad. Anoche volvió a hacerlo Felipe VI en su mensaje de Navidad, al que mi colega Ana Pardo de Vera le pone los puntos sobre las íes. Se le presentaba al monarca una oportunidad de excepción para tratar de reivindicar la utilidad de su cargo y, en su lugar, volvió a dar motivos para abrirle la puerta de salida de par en par.

Cuando en un discurso que debía ser trascendental es preciso rellenar con imaginación los espacios que deja el texto, definitivamente, es paja. Bla, bla, bla... nada aportó Felipe VI en mitad de la peor crisis institucional de nuestra democracia. Alertar del riesgo de "la erosión de las instituciones" después de que los jueces conservadores del Tribunal Constitucional hayan traspasado todas las líneas democráticas es de Perogrullo.

Los españoles y las españolas no precisamos que el monarca en cuya formación tanto hemos invertido venga decirnos que "necesitamos fortalecer nuestras instituciones". Para ese viaje no precisábamos tantas alforjas. Escuchar reflexiones de Felipe VI que podrían atribuírsele a cualquier estudiante de Secundaria es desolador. ¿Qué necesitamos unas "instituciones sólidas que protejan a los ciudadanos, atiendan a sus preocupaciones, garanticen sus derechos, y apoyen a las familias y a los jóvenes en la superación de muchos de sus problemas cotidianos"? Pues claro, Einstein, ¿y qué aporta quien está haciendo dejación de funciones e incumpliendo el artículo 56 de la Constitución a la que tanto se aferra para conservar el puesto? Nada. Soltar un discurso de Navidad con una realización y unos encuadres tan obsoletos como el mismo personaje que lo protagoniza.

Hay que tener mucho cuajo para plantarse delante del pueblo español y decir que "creo que, en estos momentos, todos deberíamos realizar un ejercicio de responsabilidad y reflexionar de manera constructiva sobre las consecuencias de ignorar esos riesgos". La reflexión tendría que habérsela traído preparada de casa y, avanzar, actuar y cumplir el mandato de la Constitución, haciendo un llamamiento firme a quienes están torpedeando nuestras instituciones y con ello, nuestra misma democracia... por no hablar de la propia erosión de la institución que es la Monarquía, a cuyo desprestigio han ido colaborando la mayor parte de sus miembros, unos de manera más activa que otros y él, Felipe VI, especialmente con sus silencios y ausencia de determinación.

Nos presentó una batería de topicazos que, como no puede ser de otro modo, ha provocado que sus fieles defensores amplifiquen el bla, bla, bla... El mismo discurso e idénticas valoraciones podrían sacarse cada año del cajón, desempolvarlas y cumplir expediente. "Compartimos el gran discurso de S.M. el Rey en defensa de la Constitución, el legado de la Transición y la fortaleza de las instituciones ante los desafíos que enfrentamos", decía Alberto Núñez-Feijóo, sin despeinarse a pesar de que el partido que preside lleva cuatro años incumpliendo la Constitución.

Felipe VI no está a la altura, sencillamente, porque es prescindible. Ninguna persona demócrata debería ya esperar nada de él, ni siquiera que tenga la honestidad de poner su cargo a disposición del pueblo para que éste le dé una legitimidad real que la Corona nunca ha tenido en nuestra democracia. El bla, bla, bla... que nos regala cada año (mejor vocalizado que su padre, eso sí) es insultante, por lo que dice y, sobre todo, por lo que no dice. Y ante eso, la opción más honesta, más decente, es el silencio total.

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