El estado de la Sanidad pública es crítico en toda España y, en Comunidades Autónomas como Madrid, el deterioro se hace aún más patente con los contratos a dedo, la altanería de su presidenta y la nula voluntad por dotar a este servicio esencial de los recursos necesarios. El pueblo de Madrid ha querido poner en práctica el ejercicio más bello de la democracia, que no es otro que la participación ciudadana. La respuesta del alcalde, José Luis Martínez Almeida, ha sido reprimir esta iniciativa, utilizando para ello una Ley Mordaza que el PSOE le ha servido en bandeja de plata esta legislatura.
Desde el pasado 17 de abril hasta el próximo 23 de abril cualquier persona que viva en Madrid tiene la oportunidad de participar en una consulta ciudadana en defensa de la Sanidad pública. Más de 10.000 voluntarios y más de 1.742 mesas de votación confirmadas en 58 municipios hacen posible una consulta en la que se pregunta a las personas si están o no de acuerdo en exigir al gobierno de Isabel Díaz Ayuso la financiación necesaria para dotar del personal y los medios necesarios para recuperar una Sanidad pública 100% pública, universal y de calidad.
Se trata de un ejercicio democrático espontáneo y pacífico que surge de quien emana la soberanía popular, esto es, de la ciudadanía. A pesar de ello, quien debiera estar al servicio del pueblo, como es el caso del alcalde, ha decidido adoptar una postura caciquil, represora y ha desplegado a la policía local reconvertida en guardia pretoriana para ello.
Lo más triste de todo es que quien le ha facilitado los medios para atentar contra la democracia misma, cercenando la participación del pueblo en la vida pública, ha sido el PSOE. Los socialistas han sido quienes, incumpliendo su promesa electoral, no han derogado la Ley Mordaza con la que ahora la policía local intimida, amedrenta y sanciona a quienes dan una lección democrática. El mismo PSOE que en Madrid dice defender esa Sanidad pública se ve preso ahora de su propio temor a los sindicatos fascistas insertos en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que presionaron para mantener esta ley de corte franquista que promovió el imputado Jorge Fernández Díaz durante el Gobierno de Mariano Rajoy.
Todo en el PP es subcontratación. Ayuso habla de libertad, pero pisotea en realidad derechos democráticos como la presidenta totalitaria que es. Para ello, utiliza a Martínez Almeida y éste, a su vez, recurre a la policía local, que le hace el trabajo sucio. Es triste ver la actuación de los agentes que sancionan en lugar de adoptar otra conducta, ganándose así el desprecio popular. Resulta complicado ganarse el respeto y mucho menos la empatía cuando en lugar de servir y proteger, reprime.
La ciudadanía se mantiene firme, mantendrá la consulta, porque tiene la democracia de su parte. Nuestro sistema es terriblemente imperfecto porque, a diferencia de otras democracias, tiene unos cauces de participación ciudadana muy pobres, complejos y poco habituales; si además, cuando el pueblo activa espontáneamente uno, éste se persigue a golpe de porra, flaco favor hacemos a la libertad con la que se le llena la boca a Ayuso.
Enfermar en Madrid es hoy más peligroso que hacerlo, por ejemplo, en Euskadi. La realidad es tan cruda que dependiendo del lugar de la Comunidad en la que la persona se encuentre, tiene menos posibilidades de sobrevivir que si se encontrara en cualquier punto de Euskadi. Tal es el deterioro de la Sanidad pública que ha ejecutado Ayuso en Madrid, a la cola en inversión pública en Sanidad y en cabeza de contratación de seguros médicos privados, sencillamente, por una cuestión de supervivencia.
La presidenta popular no está dispuesta a dejar de llenar los bolsillos de la empresa privada en detrimento del Estado de bienestar. Para ello utiliza al alcalde, convertido en un pelele más del PP; el objetivo es hacer uso de la democracia el próximo 28 de mayo para revalidar mandato y seguir desmantelando la Sanidad, la Educación... Y hete aquí la paradoja: vulnerar la democracia persiguiendo las consultas populares para, después, hacer uso de ella para perpetuarse. ¿A qué les recuerda? Efectivamente, a lo mismo de lo que la presidenta de Madrid acostumbra a acusar a la izquierda. La diferencia es que cuanto más avanza Ayuso, más retrocede la calidad de vida, como un incendio de sexta generación cuya única forma de sofocar es con la papeleta en las urnas, contra las que, por mucho que quiera, no puede enviar a sus secuaces.