Posos de anarquía

Que tampoco segreguen los ricos

Que tampoco segreguen los ricos
Entrada del Colegio Mayor Elías Ahúja. - Elías Hellín / Europa Press

Segregar por sexo es retrógrado, contraproducente, vestigio de una cultura machista que no logramos quitarnos de encima y que, precisamente con esa división por sexos, perpetuamos. Por este motivo, que el Tribunal Constitucional avale que los colegios que segreguen no perciban fondos públicos es una muy buena noticia. Sin embargo, no es suficiente. La medida debería prohibir por ley que ya sea en centros públicos o privados esta discriminación no se produzca. Que segreguen los ricos no es una opción.

Yerra el Alto Tribunal al apuntar que la Constitución contempla "un modelo educativo pluralista", justificando su fallo en que ello no implica que "todos los modelos educativos hayan de recibir ayudas", ni "un derecho subjetivo a la prestación pública". Y yerra porque segregar por sexos no conduce a nada bueno; se parte del error de pensar que eso constituye en sí un modelo educativo, pues de serlo es un mal modelo educativo.

La diversidad, no sólo de género sino de etnia, religión, etc. enriquece, nos sitúa desde nuestra tierna infancia en la realidad social actual, en la que convivimos personas de todo tipo. En el caso concreto del género, la cuestión entronca directamente con la violencia de género. La relación entre educación y terrorismo machista es incuestionable y cabe preguntarse, ¿qué mensaje transmitimos a los niños y niñas si desde sus primeros años los separamos? ¿Qué bondades trae consigo esa segregación?

La educación afectiva es básica para acabar con el machismo y con la violencia de género y difícilmente es posible llevarla a cabo si mientras se hace se elimina de la ecuación a la mitad de la población. Los lamentables hechos acaecidos en el Colegio Mayor Elías Ahúja son un buen ejemplo de ello, pese a que la Fiscalía haya archivado la causa. Por este motivo, la nueva Ley de Universidades supone un avance sustancial al eliminar la segregación en estos centros.

En este sentido, ¿no debería extenderse la prohibición de segregar por sexos, especialmente en el ámbito educativo en el que se forman a las personas del mañana? La idea de que las personas con mayor poder adquisitivo sí tengan opción de recibir distinta educación en función de su sexo es una trampa en sí misma, puesto que buena parte de ellas llevarán las riendas económicas y de poder en el futuro. Las estadísticas así nos los indican, revelando que pese a los sistemas de becas, el código postal en el que naces marca en gran medida tu destino.

El Estado debería apostar por un modelo educativo plural, entendido éste como un abrazo a la diversidad que se da en nuestra sociedad. Se da la paradoja de que las corrientes neoliberales que más impulsaron la globalización, en este extremo la niegan, restringiendo la ruptura de fronteras a sus bolsillos. Hombres y mujeres, sea cual sea su credo, orientación sexual, etnia... deberían compartir un espacio educativo común, porque común será el espacio que compartan cuando salgan de esas cuatro paredes y pongan en práctica lo aprendido. Es de Perogrullo, pero hay demasiada gente haciéndose la tonta.

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