La sequía nos asola en media España. Tan amenazante se cierne la espada de Damocles de cara al próximo verano, que las imágenes de crecidas del Ebro estos días son vistas con cierta envidia desde Catalunya o Andalucía, pese a los desastres puntuales que puedan provocar. En esta coyuntura, comienzan a multiplicarse las voces que reclaman un aumento del precio del agua para reducir el consumo. ¿Qué perspectiva social tiene este enfoque? Ya les avanzo yo, ninguno.
La argumentación sobre la que levantan la defensa de la subida del precio de agua es que en España tenemos una de las tarifas más baratas de Europa. Según estos supuestos expertos, subir el agua contribuye a reducir el consumo. Hasta ahí su reflexión. Ahondemos.
En primer lugar, quizás tenemos uno de los precios del agua más baratos porque tenemos unos de los sueldos medios y sueldos habituales más bajos de Europa. Subir el coste de bienes y servicios básicos debiera acompañarse por una correspondiente subida de sueldo, algo que ni siquiera la extraordinaria mejora del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) ha conseguido aun, dado el paupérrimo punto de partida que nos dejó la derecha.
Para entender la necesidad de este acompasamiento de bienes básicos y sueldos, basta comprobar los perniciosos efectos que provoca que el precio de vivienda y las remuneraciones vayan en direcciones opuestas. ¿Quiénes están comprando segundas residencias a tocateja por cantidades disparatadas? Los extranjeros, muchos de ellos jubilados, que con lo que les queda de pensión en sus países son los reyes y reinas del mambo en España.
Tirada por tierra la comparativa con Europa, vayamos al argumento más sangrante, excluyente y profundamente antisocial. Pensar que subir el precio del agua puede reducir el consumo puede tener algo de verdad, pero es necesario indagar en qué más se reduce. En un país en el que los últimos datos oficiales revelan que más de una cuarta parte de la población vive en riesgo de pobreza, ¿cuánta gente verá aún más mermada su calidad de vida por tener que privarse de consumir agua?
Quienes más consumen agua, quienes más la despilfarran, son quienes más recursos económicos tienen. Son esas personas con grandes piscinas privadas y extensos jardines en sus fincas. Quizás, puestos a subir las tasas del agua, en lugar de hacerlo un 42% a todo el mundo como ha hecho el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP), habría que distinguir entre consumo moderado y exagerado. Del mismo modo que en muchos municipios se han establecido consumos medios por persona (la media era 200 litros por persona y día, aunque la Junta de Andalucía (PP) ya lo ha reducido a 160 litros), ¿por qué no tarifar el agua más cara a partir de cierto límite?
Se lo diré yo, porque así no se reduce el consumo, porque quienes más derrochan, tienen músculo financiero para seguir pagando el consumo por encima de nuestras posibilidades. Esta misma reflexión ha de hacerse cuando la subida es generalizada, como defienden los expertos: en los tramos de población donde más se precisa reducir el consumo, no se hará, porque la subida del canon se la pasan por el arco del triunfo. Así las cosas, los sectores más vulnerables volverán a ser quienes paguen los platos rotos, a pesar de que ellos comen en vajillas de cartón.
Mientras, todas esas empresas que se han beneficiado de las privatizaciones de la gestión del suministro del agua y el alcantarillado seguirán sin invertir un euro en el mantenimiento de las infraestructuras, a pesar de registrar fugas de entre el 40% y el 60%. Municipios que ‘sólo’ pierden un 20% del total de agua se dan con un canto en los dientes, a pesar de los miles de litros que suponen estas fugas. La subida del precio del agua incrementaría aún más las arcas de estas depredadoras de lo público, sin garantizar ni mucho menos una reducción del consumo.
Asistimos una vez más a la falacia argumentativa de quienes mueven los hilos. Es obvio que, hoy más que nunca, el consumo responsable es imperativo pero, por hablar en términos que entiendan quienes más despilfarran, apuntemos a la caza mayor, no menor. Ya está bien, basta, de que siempre quienes menos tienen sean quienes más sacrifican, sólo porque resulta más sencillo. Aunque con la vivienda nos hemos sometido, quizás y de cuajar esta subida de tarifas, la ‘guerra del agua’ nos saque a la calle contra quienes no beben, sino que nos chupan, la vida misma.