Punto de Fisión

Las gafas de Mubarak

Circula por ahí una foto de Hosni Mubarak entre rejas en donde aparece de brazos cruzados, el rictus de perenne mala hostia y unas gafas oscuras cual doble eclipse de sol. La foto sale clavadita a una célebre pose de Pinochet, que también solía mirar al tendido doblando los labios con desprecio, los ojos ocultos tras sendos agujeros negros. La campaña óptica pinochetiana hizo furor entre los dictadores de la época hasta el punto de que el primero que se lo copió fue otro militar mandón aunque del otro lado del muro ideológico: Jaruzelski. No estoy muy seguro pero creo que si Jaruzelski plagió a Pinochet, Pinochet le copió las gafas de sol a Franco, que por aquel entonces, a comienzos de los setenta, era algo así como el decano de los generales carniceros de Occidente.

"Mubarak es la cuarta pirámide de Egipto" dicen sus partidarios incondicionales. Por el tiempo que estuvo ejerciendo el cargo de presidente, casi tres décadas completas, bien podía figurar también como otra esfinge turística aferrada al poder con uñas y dientes. "Mubarak es un león" dicen, y enjaulado en su camilla la metáfora cobra visos de documental del National Geographic. A pesar de que se pasó todo su mandato mangoneando en las arcas públicas, rapiñando en beneficio propio y amañando elecciones, Mubarak aún cuenta con un enorme número de admiradores. Otro tanto le sucedía a Franco, a Pinochet y a Jaruzelski. Otro tanto le sucede a Bashar al-Asad, matarife sirio de última generación que heredó el país de su padre como el que hereda una granja de pollos.

No pudimos juzgar a Franco por sus muchos crímenes, ni pudimos juzgar a Jaruzelski, y también nos quedamos con las ganas de juzgar a Pinochet, aunque al menos nos dimos el gusto de ver a aquel espantajo asesino fingiendo que chocheaba y haciendo teatro malo con unos dodotis. Las pocas veces que la justicia ha podido sentar a uno de estos venerables genocidas en el banquillo de los acusados, la naturaleza ha venido a sacarlos del apuro, como si efectivamente fuesen catástrofes naturales, terremotos con patas inmunes a las leyes humanas. Así ocurrió con Milosevic, que trataba a los jueces de La Haya como si fuesen conserjes, y así también con Videla, otro general gafado que en ningún momento perdió su eterno gesto de asco. A los dos los absolvió la muerte, probablemente porque le quitaron un montón de trabajo.

Mubarak se ha sentado a esperar el juicio final con la soberbia omnipotente de quien se cree por encima del bien y del mal. Como en sus compadres de antiparras, las lentes oscuras son para oscurecer sus muchos crímenes, la sangre derramada, los miles y miles de muertos inocentes, pero también para que no veamos que no sienten ningún remordimiento, ninguna lástima, salvo por sí mismos. No podía ser de otro modo en unos funcionarios fúnebres que, al fin y al cabo, siempre fueron teloneros de la muerte.

 

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