"Hoy no ha habido un referéndum de autodeterminación en Cataluña" dijo Mariano al cabo del primer minuto de su monólogo cómico. Por una vez, para que la excepción confirmara la regla, podía haber dicho la verdad, puesto que lo vivido ayer en Cataluña no cumplía bajo ninguna circunstancia las garantías de un verdadero referéndum democrático. Sin mayoría parlamentaria que lo aprobara, sin censo electoral válido, sin sistema telemático, sin observadores imparciales, con voluntarios trabajando en las mesas, con urnas de tupperware y con votantes que podían acudir a los colegios que les diera la gana las veces que les diera la gana, hubiera bastado que Mariano hiciese su movimiento favorito -ninguno- para que todo este simulacro de consulta se hubiese convertido en papel mojado a las nueve de la noche.
Sin embargo, justo en el momento en que más necesitaba el tancredismo, al presidente le ha dado por moverse y ha enviado un mensaje claro e inequívoco del funcionamiento de la legalidad democrática en España: más de quinientos heridos que esta mañana copan las portadas de los principales diarios de Occidente. "Cargas y disparos: 460 heridos" titulaba anoche su edición digital Il Corriere della Sera. "Bloody Sunday" titulaba a la irlandesa Die Zeit. "Violencia en Cataluña, la derrota de Rajoy" era la primera frase en Libération. A medianoche la Generalitat ya había elevado la cifra de víctimas a más de ochocientas.
El mundo entero lo ha visto. Jóvenes golpeados por los antidisturbios. Una muchacha arrojada al suelo de un empujón bestial. Una mano femenina pisoteada por una bota policial con varios dedos rotos. Porrazos en la cabeza. Espaldas ensangrentadas mostradas a la cámara. El simple moratón inequívoco de una pelota de goma -un arma prohibida por la ley en Cataluña-, con el hematoma reciente bajo la piel, ha dado al referéndum una legitimidad de la que carecía por completo ante Europa y ante el mundo. La sangre cayendo siempre del mismo lado expresa también, alto y claro, dónde estaban ayer los violentos.
Hemos asistido a una nueva variante del juego del "gallina", donde dos coches se lanzan uno contra otro a toda velocidad y el primero que se aparta, pierde. Pero en el choque, el automóvil que ha quedado para el arrastre es el del gobierno, empeñado en una cerrazón sorda en la que la palabra que estaba en juego no era "independencia" sino otra mucho más importante: "democracia". No puedes llenarte la boca de legalidad y de Constitución y enviar a miles de efectivos policiales contra una masa ciudadana que había salido a la calle tranquilamente a dar su opinión, fuese la que fuese. La escena recordaba mucho, pero mucho, las cargas brutales en Madrid contra las protestas frente al Congreso, hace unos años, y todavía más los escuadrones de los grises abatiéndose a porrazos contra las manifestaciones en los coletazos finales del franquismo. "La calle es mía" dijo una vez Fraga, y el PP ha recogido el testigo. Si es que lo ha soltado en algún momento.
"Hemos cumplido con nuestra obligación" dijo Mariano en el minuto nueve de su comparecencia. "Hemos actuado, como dije desde el principio, con la ley y sólo con la ley, y se ha demostrado que nuestro estado democrático tiene recursos para defenderse de un ataque tan serio como se intentó perpetrar con este referéndum ilegal". Luego sí que hubo un referéndum, Mariano. Ilegal, pero lo hubo, aunque tú todavía no te has enterado. Cualquier periodista presente en la sala podía haber señalado la esquizofrenia esencial de tu discurso si no fuese porque, una vez más, no admitías preguntas en una rueda de prensa. Esa es tu capacidad de diálogo, Mariano: ninguna. Sigue sacando pecho y diciendo que hemos dado un ejemplo al mundo. Sí, sobre todo a Venezuela. Ya escribí en su día que el 1-O, la fecha del referéndum estaba muy bien escogida porque parecía el resultado de un partido de fútbol. Tu especialidad, Mariano, el fútbol. El cero hoy es todo tuyo.
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