Hace un par de días, el candidato del PP en las elecciones andaluzas, Juanma Moreno, le pedía el voto a una vaca. Tal vez no resulte un recurso tan novedoso como parece, puesto que, en el ámbito de la estrategia electoral, los políticos suelen apelar al instinto y a las emociones en lugar de apelar a la razón: de instinto y de emociones las vacas andan sobradas. Lo habitual en una campaña es que un candidato baje a la calle y se hinche a saludar a ancianos y a besar niños, en plan mesías, así que tampoco había que descartar que cualquier día de estos empezara a hablar con perros, gatos, vacas y otros animales irracionales. Seguramente se trata de una táctica del nuevo gurú contratado por el PP andaluz, Aleix Sanmartín, un consultor político de renombre que trabajó en otros tiempos para Moratinos y para Zapatero, y también en las Juventudes Socialistas de Córdoba. Ahora, por lo que parece, sigue trabajando para Susana Díaz.
En efecto, Sanmartín, acostumbrado a bregar en las complicadas plazas mexicanas, ha decidido lanzarse a tumba abierta en Andalucía y arriesgarse a tope sacando al clan de la tortilla, a Joda, a las hamburguesas de McDonalds y al famoso puticlub donde se fundían el dinero de las tarjetas black. Sin embargo, el intento de presentar a Moreno como abanderado en la lucha contra la corrupción no ha resultado una estrategia óptima: "Susana Díaz ha hecho algo que es tremendamente irresponsable, que es tapar la corrupción; ésa es la gran mancha de Susana Díaz". Todavía estaba resonando esta filípica cuando saltaba la noticia de que Arturo González Panero -ex alcalde de Boadilla, conocido por el sobrenombre de "el Albondiguilla- declaraba en la Audiencia Nacional que en 2005 había informado a Juanma Moreno, por aquel entonces diputado del PP en el Congreso y secretario de Política Local, que Luis Bárcenas le estaba presionando para adjudicar contratos a ciertos empresarios amigos del PP.
Quién podía imaginar que el interminable reguero de mierda de la trama Gürtel iba a alcanzar al candidato de las elecciones andaluzas en plena campaña y con los pantalones bajados. Pues cualquiera con un dedo de frente. Llama la atención el hecho de que los peperos implicados en éstos y otros escándalos de corrupción disfruten de apodos que no desentonarían en una película de navajeros: el Bigotes, el Yonki del Dinero, Luis el Cabrón, el Tuerto, el Curita, el Compiyogui y ahora, el Albondiguilla. En el barrio de San Blas, durante mi infancia, campaban por sus respetos la banda del Moco, la del Chino y la del Minichino, los cuales desvalijaban a punta de navaja unos pocos duros porque eran unos simples aficionados y no tenían la menor idea de las técnicas del atraco a gran escala, escudando sus chanchullos detrás de una organización criminal parapetada detrás de las siglas de un partido político. "Por donde pasa no ensucia, pero tampoco limpia" dijo José María García de Mariano Rajoy, y ya se ve que su sucesor, Pablo Casado, sigue esta regla a rajatabla. Sí, mejor pedirle el voto a una vaca.
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